Existe un consenso generalizado que si se desea maximizar el potencial intelectual de una persona en una determinada tarea, lo mejor es que comience de muy joven. De acuerdo con esta visión tradicional, la primera infancia ofrece un precioso "período sensible" para el aprendizaje que se va cerrando lentamente a medida que llegamos a la adolescencia. Se esgrime que esta es la razón por la que a los niños les resulta más fácil dominar el acento de una lengua extranjera. Esta visión, incluso, ha moldeado muchas políticas educativas.
Pero, investigaciones en la última década han mostrado que el cerebro adolescente sigue siendo notablemente flexible, ya que experimenta profundos cambios anatómicos. Esta transformación es particularmente marcada en los lóbulos prefrontales y los lóbulos parietales, dos regiones que están involucradas en el pensamiento abstracto.
Esto quiere decir que los adolescentes pueden pasar por un segundo período sensible, en el que son particularmente receptivos a ciertos tipos de estimulación intelectual. Incluso una reciente investigación de la Universidad College de Londres muestra que la capacidad de aprender ciertos tipos de habilidades analíticas no disminuye después de la infancia, sino que en realidad aumenta a través de la adolescencia y en la edad adulta temprana.
La investigación
El equipo, encabezado por Lisa Knoll, reclutó a más de 600 participantes de 11 a 33 años (ambos sexos) y los asignó al azar a tres grupos, cada uno desarrollando una habilidad diferente. Al primer grupo le asignaron la discriminación numérica, que consiste en conjeturar rápidamente el número de puntos coloreados que aparecen en una pantalla. Al segundo grupo la tocó razonamiento relacional, la capacidad de detectar reglas y relaciones abstractas usando un tipo de rompecabezas conocidos como "Test de matrices de Raven" que son comunes en algunos tests de Coeficiente Intelectual. Al tercer grupo se le encargó tareas de percepción facial: juzgar repetidamente si dos imágenes, mostradas en una rápida sucesión, mostraba a la misma persona o no.
Vale la pena señalar que estas habilidades no requieren ningún conocimiento avanzado. Solo representan una determinada capacidad para el pensamiento abstracto, además, el reconocimiento de patrones es útil para muchos tipos de trabajo académico.
Las sesiones fueron cortas pero frecuentes, un máximo de 12 minutos durante 20 días seguidos. Después de finalizada la última, se esperó un par de meses para analizar si las habilidades se habían afirmado.
De acuerdo a la teoría de que la infancia es la etapa más "plástica" para el aprendizaje, los mayores dividendos deberían estar entre los más jóvenes, de entre 11 y 13 años. Pero los que mejor puntuaron fueron los adolescentes tardíos (16 a 18 años) que mejoraron su puntaje general en alrededor del 10%, casi el doble de lo obtenido por los más jóvenes. Incluso los adultos jóvenes (21 a 26 años) tendieron a realizar mejor las tareas, sugiriendo que entre esos años existe otro período sensible.
Al menos para ciertos tipos de habilidades analíticas, la ventana de la plasticidad continúa abierta, tal vez reflejando que existen varios períodos de mayor capacidad para forjar nuevos circuitos neuronales. Si es así, la idea de que podemos tener múltiples períodos sensibles para diferentes tipos de habilidades dependiendo del desarrollo del cerebro, es correcta. Es decir, cuando se cierra una ventana, es probable que se abra otra.
Referencia:
http://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1177/0956797616671327
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