Algunos descubrimientos ocurren por casualidad. Esto fue lo que le sucedió a un grupo de neurólogos del hospital Northwestern Medicine (Chicago) que hallaron que el ritmo de la respiración crea una actividad eléctrica en el cerebro humano que influye en, por ejemplo, juicios emocionales y recuerdos.
Estos efectos dependen críticamente de si la persona inhala o exhala, y si respira por la nariz o boca.
En el estudio, las personas fueron capaces de recordar mejor un objeto si se les mostraba durante la inhalación que durante la exhalación, también eran capaces de identificar mejor distintas emociones faciales al momento de inspirar, que al momento de expirar. Dicho efecto desaparece totalmente si se respira por la boca.
La investigación
Los médicos descubrieron estas diferencias en la actividad cerebral mientras estudiaban a siete pacientes con epilepsia que estaban programados para una cirugía cerebral. La semana previa a las intervenciones, un cirujano implantó electrodos en los cerebros de los pacientes con el fin de identificar el origen de las convulsiones. Esto permite adquirir datos electrofisiológicos directamente de sus cerebros.
Lo que hallaron fue que las señales eléctricas registradas mostraron que la actividad cerebral fluctuaba con la respiración. Dicha acción ocurre en áreas cerebrales donde se procesan los recuerdos, las emociones y los olores.
La amígdala está fuertemente ligada al procesamiento emocional, en particular a las emociones relacionadas con el miedo. Así que los científicos pidieron a unas 60 personas que tomaran decisiones rápidas sobre expresiones emocionales mientras registraban su respiración. Al mostrarles imágenes de caras con expresiones de temor o sorpresa, los individuos debían indicar, lo más rápidamente posible, la emoción que expresaba cada rostro.
Cuando se observaron las caras durante la inhalación, las personas reconocieron los rostros temerosos más rápidamente que cuando se miraban las caras durante la exhalación. Pero no ocurría lo mismo con las caras que expresaban sorpresa. Dichos efectos disminuyeron cuando los individuos realizaban la misma tarea mientras respiraban por la boca. Por lo tanto, el efecto fue específico para estímulos temerosos sólo durante la respiración nasal.
En un experimento posterior dirigido a evaluar la función de la memoria (vinculada al hipocampo) las mismas personas observaron imágenes de objetos en una pantalla de ordenador y se les dijo que los recordaran. Más tarde, se les pidió que mencionaran esos objetos. Los investigadores encontraron que recordaban mejor si las imágenes se veían durante la inhalación.
Estos resultados implican que una respiración rápida puede conceder una ventaja cuando alguien se encuentra en una situación de peligro. Es decir, ante un contexto de alto riesgo, el ritmo de la respiración se hace más rápido, como resultado, gastaremos proporcionalmente más tiempo inhalando que cuando estamos en un estado de calma. Por lo tanto, la respuesta innata de nuestro cuerpo al miedo con una respiración más rápida, podría tener un impacto positivo en la función cerebral, y dar lugar a tiempos de respuesta más rápidos ante estímulos peligrosos en nuestro entorno.
Otra connotación potencial de esta investigación se encuentra en los mecanismos básicos de la meditación o ejercicios relajantes de respiración. Cuando se inhala se están, en cierto modo, sincronizando las oscilaciones cerebrales a través de la red límbica.
Referencia:
http://www.jneurosci.org/content/36/49/12448
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