¿Existe el macho alfa en la especie humana?


Si miramos en la cultura popular, encontraremos una importante cantidad de referencias a los 'machos alfa' humanos. Sin dudas que en todas las sociedades hay hombres que son percibidos como socialmente dominantes. Pero ¿existe realmente el macho alfa humano? Los científicos tienen sus dudas.


¿Existe el macho alfa en la especie humana?

Los machos alfa de otras especies operan de maneras muy particulares. Por ejemplo, entre los lobos, cada miembro de una manada tiene su lugar en la jerarquía. En cambio entre los babuinos, el macho alfa domina sobre un grupo de subordinados que tienen el mismo poder el uno del otro, esto hasta que algún subordinado termina derrocando al 'alfa'. En estas especies, los alfas ejercen muchísimo poder.
En cambio los seres humanos somos más complejos, cuando se habla hoy en día de machos alfa, seguramente se haga referencia a ciertas características de dominancia social. Diversas investigaciones han demostrado que los hombres socialmente dominantes no sólo atraen a más mujeres, sino que también provocan sentimientos de inferioridad entre otros hombres. En el libro "La ciencia del deseo humano" el profesor de Stanford, Robert Sapolsky, dice que en la historia de nuestra especie, los hombres dominantes han tenido fundamentalmente tres particularidades físicas:

a) Altura: Es innegable que ser alto tiene una serie de beneficios sociales. Por ejemplo, los hombres más altos demuestran una menor sensibilidad a las señales de dominio por parte de otros hombres. Además muestran menos celos, tanto en lo físico como en lo social, de sus rivales dominantes. Los hombres más altos tienen, promedialmente, más funciones de liderazgo, mejores salarios y mayores ingresos en general. Y al parecer la inteligencia no puede corregir esta disparidad: un estudio de la Universidad de Chicago halló que los catedráticos eran 1,5 centímetros más altos que el promedio no académico. Por si fuera poco, la altura también es muy valorada para el apareamiento, ya que las mujeres prefieren hombres altos.

b) Voz: Antropológicamente hablando, la voz comunica mucho más que las palabras que se están diciendo. También es una señal de edad, tamaño físico y dominancia, en la antigüedad esto era de vital importancia, ya que era sinónimo de capacidad de lucha. Del mismo modo, los hombres de voces bajas se perciben como más maduros y más grandes físicamente. Una investigación realizada en Reino Unido determinó que los hombres con voces de tono bajo estaban relacionados con una mayor cantidad de parejas sexuales. En cierto modo, esto tiene relación con nuestros antepasados lejanos, ya que en las sociedades de cazadores recolectores un tono de voz bajo estaba relacionado con un mayor número de hijos.

c) Cara: Los rostros atractivos masculinos podrían estar indicando niveles óptimos de testosterona. A su vez, buenos niveles de esta hormona están relacionados con un mejor sistema inmunológico. Para nuestros antepasados, tener un sistema inmune fuerte era vital para luchar eficazmente contra las enfermedades. Por tanto, las mujeres buscaban especialmente estos genes de alta calidad para trasmitírselos a sus hijos.
La cara masculina como sinónimo de dominación ha sido objeto de especial interés por parte de los investigadores. Incluso han hallado una manera de evaluar estos atributos en los hombres: el índice fWHR (siglas de ‘facial widht to height ratio’), que es la distancia entre los pómulos dividido por la medida entre la parte baja de la frente (sobre las cejas) y el labio superior. Los hombres con mayor fWHR tienen mejores niveles testosterona, esto se relaciona con un mayor liderazgo, destreza financiera y comportamiento más agresivo. Además, los hombres con caras más anchas son menos propensos a morir a causa de violencia física, lo que sugiere que son combatientes más feroces, o incluso que sus cráneos y mandíbulas son más resistentes a los golpes. En el mundo ancestral, una fractura de cráneo o de mandíbula era sinónimo de una muerte segura.


índice fWHR

¿Existen en la actualidad los machos alfa en la especie humana?

Sin dudas que antes de la aparición del Homo Sapiens, nuestros antepasados lejanos deben haber tenido, al igual que otros primates, una marcada jerarquía social. Pero la evolución de la especie nos llevó por un camino de relaciones sociales mucho más complejas, y hoy, ese macho dominante ha quedado resumido a algo bastante ambiguo, donde sólo algunos vestigios pueden haber sobrevivido. Sin embargo, es probable que la mente de la mujer, quizás debido a algunos mecanismos cerebrales de preservación, pueda reconocer y activarse a modo de alerta, al ver cualquier rasgo de un antiguo macho alfa. Las mujeres aman los rasgos 'alfa', y de hecho, que las mujeres todavía puedan reconocer los rasgos alfa, nos habla (a diferencia de los hombres) de la resistencia femenina por tratar de preservar ciertos instintos ancestrales básicos.



¿Existe algún mecanismo en el cerebro para poner fin a las relaciones de pareja?


El hecho de formar una pareja duradera con otra persona parece ser una parte intrínseca del ser humano. Mientras que la monogamia podría ser el ideal para la mayoría de la gente, nos guste o no, no somos propensos a quedarnos con una pareja para toda la vida. Más allá de cómo una sociedad elige de qué forma definir el matrimonio, aproximadamente la mitad de todos esos matrimonios acabarán en divorcio.


cerebro y relación de pareja

Y este fenómeno no es exclusivo de los tiempos modernos, las sociedades de cazadores-recolectores eran particularmente propensas al divorcio. Algunas tribus indígenas que viven en América, como la tribu Aché en Paraguay, sus miembros han tenido unas once parejas al momento de llegar a la edad adulta.
O sea, por alguna razón, ya sea en armonía o no, la mayoría de las relaciones de pareja van a llegar a su fin en algún momento.

En este sentido, una investigación realizada por los profesores de la Universidad de Saint Louis, Brian Boutwell y Kevin Beaver, señala que el concepto de un "módulo de rechazo de pareja" no es nuevo.

Los psicólogos evolucionistas han sostenido durante mucho tiempo que la capacidad de terminar una relación y prepararse para una nueva, puede tener claras ventajas en términos de mejorar nuestra capacidad de una reproducción exitosa. Aunque es verdad que hay enormes diferencias culturales e incluso entre diferentes períodos de la historia, que hacen difícil precisar cómo funciona este módulo de rechazo.

Los autores del estudio separaron los ejemplos de separación en dos tipos diferentes, en primer lugar, lo que ellos llamaron "abandono de pareja de primera instancia" como la decisión unilateral de abandonar al compañero/a. Mientras que el abandono de segunda instancia se refiere a cuando se llega a un común acuerdo de las dos partes para concluir la relación.

En este punto, existen diferencias significativas entre hombres y mujeres en términos de por qué y cuándo sus módulos de abandono de pareja se activan. Por ejemplo, al tratar con una infidelidad, hombres y mujeres pueden reaccionar de forma muy distinta dependiendo de lo grave que se considere esa infidelidad.
Dado que los hombres son más sensibles a la posibilidad de otorgar recursos al hijo de otro hombre, son menos propensos a perdonar la infidelidad sexual. Por otro lado, las mujeres son menos propensas a perdonar la infidelidad emocional (su pareja se enamora de otra mujer) ya que deja de ser una "apuesta segura" en términos de apoyo hacia ella y sus hijos.
El tipo de recursos que una mujer posee también desempeña su papel importante en el mecanismo de abandono de su compañero. Ya que si es capaz de mantenerse a sí misma, la decisión de terminar será más fácil que aquellas mujeres que podrían quedar desamparadas después del divorcio.


Bases neurológicas

Dicho lo anterior, ¿es posible utilizar la neurociencia para entender cómo funciona el poner fin a una relación tanto para hombres o mujeres? En el estudio, los investigadores examinaron algunas bases neurológicas del amor que incluyeron estudios de resonancia magnética.
Dichos análisis incluyeron las cortezas orbitofrontal y prefrontal, el lado derecho del área tegmental ventral y el estriado ventral, todos áreas implicadas en la recompensa y placer del cerebro.

Mientras que, a nivel cerebral, la sensación asociada con el fin de una relación amorosa puede parecerse a la retirada de un fármaco, tanto el abandono primario como el secundario tienen lugar después de un proceso gradual de superar cierto pesar. Una vez que esto ocurre, la corteza prefrontal comienza un proceso de "asimilación" para prepararse para una nueva pareja.

Un ejemplo interesante de cómo la bioquímica del cerebro puede afectar una relación de pareja, puede observarse en el uso de ciertos compuestos antidepresivos, como por ejemplo, los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina.
Mediante la declinación de los niveles de serotonina, los niveles de dopamina y algunos otros neurotransmisores del cerebro también se ven afectados. Esto puede, además de provocar una bajada de testosterona, anular algunos sentimientos románticos y de apego. Esto podría desencadenar una preferencia hacia la variedad sexual y aumentar el riesgo de infidelidad. Esto explica porqué algunas personas (sobre todo hombres) presentan un comportamiento más promiscuo con el uso de estos medicamentos. Pero también puede ayudar a entender cómo los cambios bioquímicos en el cerebro pueden conducir a problemas de pareja.


Para terminar

Aunque exista el "hasta que la muerte nos separe", ese tipo de vínculo tiende a ser poco frecuente. A pesar de ello, en muchos sentidos, poner fin a una historia de amor se parece bastante a la superación de la adicción a una droga (investigaciones cerebrales confirman esto). Aún así, el cambio de pareja parece haberse convertido en una parte importante de la condición humana. Y aunque la ciencia ha realizado una enorme cantidad de investigación sobre vínculos amorosos, todavía queda mucho por comprender sobre lo que ocurre en el cerebro que hace que las personas ya no quieran seguir en una relación con sus parejas.


Referencia:
http://psycnet.apa.org/?&fa=main.doiLanding&doi=10.1037/gpr0000022



Lo mucho que hemos cambiado y lo poco que cambiaremos


Cuando recordamos quiénes éramos en el pasado, seguramente nos acordemos de lo diferentes que éramos, y allí nos damos cuenta de lo mucho que hemos cambiado...


Lo mucho que hemos cambiado y lo poco que cambiaremos

Parece fácil describir cómo hemos cambiado con los años y lo diferentes que somos ahora. Sin embargo, cuando miramos hacia el futuro, nos imaginamos que vamos a ser no muy diferentes de lo que somos hoy. Tendemos a predecir que nuestros valores, gustos e intereses serán muy similares a lo que son en la actualidad. Estas fueron las conclusiones de un estudio liderado por dos psicólogos sociales, Daniel Gilbert y Timothy Wilson, para la revista "Science".

Los investigadores llamaron a este fenómeno "La ilusión del fin de la historia" (en inglés, 'The end of history illusion').
En dicho estudio se midieron patrones de personalidad, valores y preferencias en unas 19 mil personas, solicitándoles que estimaran cuánto creían que habían cambiado en la última década y que tanto pensaban que cambiarían en la década venidera.
Los individuos del estudio, comprendidos en edades de entre 18 a 68 años, creían que habían cambiado mucho en la última década, pero que cambiarían muy poco en el futuro. Por ejemplo, cuando se les preguntó acerca de los cambios en sus gustos musicales, la mayoría reportó cambios sustanciales acerca de sus gustos en lo que a música se refiere, sin embargo, la mayoría de ellos no creían que tendrían grandes cambios en sus preferencias musicales en los años venideros.

Los autores de la investigación sugieren que tendemos a proyectar el presente como una especie de "momento decisivo" en el que creemos que vamos a seguir siendo quiénes somos por el resto de nuestras vidas. En consecuencia, a veces tomamos decisiones que serán contraproducentes en el futuro.


Creer que estamos en la cima de nuestra evolución personal nos hace sentir bien, mientras que lo contrario, es decir, darnos cuenta de lo transitorio de algunas preferencias y valores, podría llevarnos a dudar de muchas de nuestras decisiones.

Tal vez, "la ilusión del fin de la historia" se puede entender como una forma de recurso imaginativo. El futuro se convierte en una especie de extensión del presente, sobre la base de los únicos detalles concretos que tenemos: los del pasado. Recordar el pasado no es otra cosa que un ejercicio cognitivo, más automático y simple que percibir el futuro, donde es más difícil imaginar las transformaciones. Por tanto, llegamos a la conclusión de que el cambio es poco probable que ocurra.

Lo cierto es que creemos que ya sabemos la trama y no somos tan conscientes de que la trama seguramente va a modificarse. O como dijo el genial filósofo danés Soren Kierkegaard, "la vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero debe ser vivida hacia delante".


Referencia: http://www.sciencemag.org/content/339/6115/96



¿Es válido hablar de generaciones?


¿Qué tan legítimo es hablar de la generación perdida, de la Generación X, la Generación Y, de la generación del 'baby boom'... o de cualquier otra generación y atribuirles ciertas características comunes?


generaciones

¿Es la definición de generación un montón de conjeturas sobre estereotipos culturales? O es en cambio, una multitud de personas que suelen compartir ciertas experiencias educativas, de desafíos económicos, de desarrollo, de patrones de crianza, que generan una perspectiva distintiva y dejan una huella duradera en las actitudes y el comportamiento de sus integrantes.

Sería fácil descartar el concepto de generación aduciendo una simplificación excesiva. Después de todo, las diversidades en base al género, clase social, cultura, etnia o ideología política, podría hacer cualquier definición problemática.

Sólo en raras ocasiones las generaciones están claramente delineadas, un ejemplo puede ser la generación del "baby boom" de la década del 50 y principios de los 60, que reflejaba claramente la deprimida natalidad en la década del 30, posteriormente la Segunda Guerra Mundial y por último el rápido crecimiento económico de la posguerra de Estados Unidos y algunos países de Europa. También podría servir como ejemplo la generación que tras la Primera Guerra Mundial, tuvo una escolarización tardía, pero estos son ejemplos puntuales.

Sin embargo, es verdad que ciertos acontecimientos históricos o sociales dejaron su huella en determinados segmentos etarios. Un ejemplo de esto es el estudio realizado por el sociólogo y profesor de la Universidad de Carolina del Norte, Glen Elder. En dicha investigación, Elder descubrió marcadas diferencias entre personas nacidas en Estados Unidos en 1920 y nacidas en 1928. Los nacidos en 1920, que fueron adolescentes durante principios de la década del 30 (años de la Gran Depresión), debieron asumir desde una edad muy temprana responsabilidades de adultos, y como consecuencia, ocurrió en esa generación un fuerte sentido de la independencia en muchos niños y un gran compromiso con la responsabilidad familiar en muchas niñas. Por ejemplo, en comparación con los nacidos en 1928, los nacidos en 1920 tuvieron matrimonios más estables y mejor porcentaje de asistencia y más altas calificaciones durante su educación universitaria.


El origen de las generaciones

La idea de que la sociedad se divide en distintas generaciones surge a partir de mediados del siglo XIX, cuando un lexicógrafo francés definió el vocablo "generación" en 1863 como "todos los individuos que viven más o menos en el mismo tiempo", posteriormente, su uso se vinculó más al hecho de los jóvenes que eran llamados al servicio militar por la edad.

Ya en el siglo XX, en 1923, fue el sociólogo alemán Karl Mannheim quien avanzó en una teoría formal sobre los orígenes de la conciencia generacional y el papel de la misma como agente de cambio. Mannheim rechazaba la idea de que cada franja etaria desarrolla una conciencia generacional diferente. Sino que, más bien, era en tiempos de crisis o de cambios sociales donde tal conciencia era más probable que surgiera.


¿Los jóvenes de hoy son una generación?

A pesar de una enorme diversidad en términos de género, raza, lugar de residencia, educación o clase social, no es incorrecto hablar de los jóvenes de hoy en día como una generación. Ellos han enfrentado ciertas experiencias ampliamente compartidas, incluyendo las altas tasas de divorcio de sus padres, la crisis económica, el aumento en los niveles de desigualdad social, las altas tasas de desempleo y el uso de las nuevas tecnologías. Lo que probablemente haya dejado su huella, por ejemplo, un cierto pesimismo acerca de las relaciones estables, una mayor conciencia de cualificación laboral, diversos valores sociales o en las minorías étnicas una mayor identidad racial.
Es cierto, el término “generación” es problemático, pero sin embargo, representa un aspecto de nuestra psicología y realidad social que no se puede negar.