Mitos y realidades de los centros comerciales



Mito: en los centros comerciales o grandes superficies puedo hacer muchas cosas a la vez: comprar comida, ir al cine, cenar, comprar ropa…

Realidad: las ofertas culturales y de ocio de cualquier gran superficie son muy limitadas y de baja calidad comparadas con las que ofrece cualquier ciudad de tamaño medio. En tu ciudad podrás escuchar conciertos musicales gratuitos, así con otras múltiples actividades sin contar los gastos de desplazamiento y el precio de las propias actividades dentro de las grandes superficies.


Mito: en las grandes superficies hay mucha variedad de productos y de libertad de elección. Además no soy ni molestado ni manipulado.

Realidad: las grandes superficies estan plagadas de productos de unas pocas grandes multinacionales, esta todo manipulado y estudiado para que se haga un gasto medio de un 20% superior de lo que gastarías visitando al pequeño comercio.


Mito: lo moderno y las novedades están en los centros comerciales.

Realidad: las grandes superficies basan su venta en campañas publicitarias que venden a precio de oro productos que apenas tienen mejoras respecto a su producto anterior, y generalmente muy caros comparándolo con el modelo anterior. Los precios de ciertos productos como los informáticos son muy elevados y en muchos casos, la calidad del producto comprado es de peor calidad, como puede ser el caso de la ropa o los productos “supuestamente” frescos.


Mito: ahorro tiempo al tenerlo todo en el mismo sitio y un amplio horario de apertura.

Realidad: generalmente para esta afirmación no se tienen en cuenta los gastos de desplazamiento, ni el tiempo que lleva llegar hasta ellos, las colas en las cajas, el tiempo perdido recorriendo pasillos llenos de productos inservibles que tratarán de que piques, ya que han sido colocados estratégicamente para tal fin, sin contar el tiempo perdido viendo productos que realmente no necesitas pero te han llamado la atención.


Mito: los centros comerciales me hacen ahorrar dinero.

Realidad: hay estudios que demuestran que no existe un único establecimiento donde todos los productos sean más baratos. Por ejemplo la informática, consumibles, las verduras frescas son mucho más caras en las grandes superficies. A todo esto hay que añadir los gastos que produce el desplazamiento, al precio de oro que esta la gasolina y las técnicas de las grandes superficies que hacen que compres productos a mayores.


Mito: no hay más tiendas que las grandes superficies para comprar.

Realidad: el modelo actual de crecimiento urbanístico está siendo diseñado para privilegiar a las grandes superficies, ya que muchas ciudades han sido diseñados como ciudades dormitorio donde tengas la gran superfice a la puerta de casa. La realidad es que gracias a esta actitud política el pequeño comercio está desapareciendo y echando a miles de personas a la calle, mientras las grandes superficies generan cientos de puestos de trabajo, por lo cual se está perdiendo puestos de trabajo en la ciudad.


Mito: son un lugar seguro para la familia y hacer comprar, no hay ladrones…

Realidad: las grandes superficies son réplicas de lugares idílicos, muy limpios, iluminados, se ha cuidado hasta el último detalle para que te sientas cómodo dentro de ellas. Sí abandonásemos estas superficies serían lugares fantasmas que nos darían sensación de inseguridad mientras que las calles estarían con más tránsito aportándonos mayor seguridad.


Mito: y ¿por que no comprar en una gran superficie?

Realidad: las grandes superficies apuestan por un modelo social y ambiental insostenible; creando un modelo de sobreproducción que genera injusticias sociales, desequilibrios ambientales, reducción de puestos de trabajo. Destruyen la economía local, crea pocos empleos de baja calidad y muy mal pagados, deslocalizan la producción, los beneficios se los llevan grandes multinacionales que no aportarán riqueza a la ciudad y crearán un panorama social desolador. Al comprar en las grandes superficies estas favoreciendo a la destrucción de la economía y el desarrollo de tu ciudad apoyando este modelo insostenible.



Jugar ajedrez es bueno para el cerebro


Jugar ajedrez suele asociarse a personas inteligentes y creativas. Los publicistas lo saben y se aprovechan de su prestigio siempre que pueden, pero pocos conocen cuántos beneficios reales conlleva su práctica.
Veamos algunas de las ventajas.



1) Previsor del Alzheimer

Recordemos que el cerebro también es un músculo, y como tal hay que ejercitarlo.
Una investigación realizada en Gran Bretaña asegura que personas mayores de 75 años que habían practicado ajedrez a lo largo de su vida, estaban mucho mejor preparados para luchar contra el Alzheimer y otras enfermedades mentales como la demencia.
En cambio, aquellos que rara vez se entretenían con este juego, eran más propensos a que sus cerebros que envejecieran más rápido.


2) Mejora el coeficiente intelectual

¿Los individuos más inteligentes tienen inclinación hacia el ajedrez o la gente se torna más inteligentes gracias a este juego?
Hay investigaciones que, como la realizada con 4.000 estudiantes en Venezuela, Después de 4 meses de intenso aprendizaje de ajedrez, se comprobó que su coeficiente intelectual había mejorado.
Se evidenció además, que mejoraron su capacidad para solucionar problemas, las habilidades de lectura, de lenguaje, matemáticas y de memoria.
Innumerables investigaciones aseguran que el ajedrez tiende a desarrollar el pensamiento creativo, la toma de decisiones más precisas bajo presión, mejora las calificaciones en los exámenes.
Todo esto independientemente del sexo y nivel socioeconómico.


3) Ejercita los 2 hemisferios cerebrales

Un grupo de neurólogos alemanes demostró que tanto los grandes maestros del ajedrez como los novatos, cuando juegan una partida o examinan una posición en el tablero, hacen trabajar los dos hemisferios del cerebro. Esta deducción sorprendió a los investigadores, ya que se pensaba que el lado izquierdo del cerebro tenía un papel más relevante.
La creencia ahora al respecto es que, con tal de resolver más rápido las interrogantes que nos plantea el juego, echamos mano a todas las neuronas disponibles, sean del hemisferio que sean.


4) Incrementa la creatividad

El lado derecho del cerebro es el encargado de la creatividad y por lo que hemos dicho en el punto anterior no debe sorprendernos que este juego ayude a desarrollarla, algo que es de sentido común para cualquier persona que esté al tanto aunque sea un poco de este juego.
Si bien hay grandes jugadores, algunos más creativos y otros que parecen tener movimientos mecánicos.
De todas las investigaciones disponibles, destaca la de la Universidad de Michigan, realizado con estudiantes. Después de 6 meses, un grupo de alumnos ajedrecistas mejoró notoriamente los resultados en las pruebas de creatividad.


5) Mejora la memoria

En cierto sentido esto es una obviedad, ya que no es posible ser un buen ajedrecista sin tener una buena memoria. Para salir de dudas, una investigación de 1983, demostraba que los alumnos que jugaban al ajedrez destacaban por su mejor memoria en todas las asignaturas.


6) Incentiva a solucionar problemas

En un estudio realizado en el año 1991, un grupo de 400 estudiantes fueron divididos en 3 grupos, el primer grupo siguió el esquema normal de estudios sin clases extras de ajedrez, el segundo grupo recibió clases de ajedrez después de terminar el primer semestre y el tercer grupo comenzó a practicar el ajedrez desde el principio del curso.
Este último grupo estuvo, a final de año un 23% por encima en las calificaciones generales sobre el primer grupo, que no recibió clases de ajedrez, el segundo grupo obtuvo un 9% más que el primer grupo.


7) Facilita la capacidad lectora

Esta característica se sabe a partir de una investigación realizada en 43 institutos de educación primaria del estado de Nueva York en 1991.
En este estudio los alumnos participaron en un programa que enseñaba ajedrez en las escuelas, dicho programa tuvo una duración de 2 años. Quienes participaron, optimizaron de forma elocuente su capacidad lectora y superaron ampliamente a la media nacional.
La diferencia fue de 5,3 puntos por encima del porcentaje de todo el país.


8) Estimula el crecimiento de las dendritas

¿Qué son las dendritas?... Son prolongaciones ramificadas de las neuronas, participan en la recepción de estímulos, ya que son los destinatarios de los impulsos nerviosos que vienen desde otras neuronas; por tanto que estas conexiones crezcan es una gran noticia.
Pero lo mejor es que no solo se desarrollan mientras aprendes a jugar, el hecho de practicar el juego hace que este mecanismo continúe.


9) Ayuda a incrementar la concentración

Esto es fácilmente observable cuando vemos una partida de ajedrez de alto nivel, este juego exige tanta concentración a quien lo practica, que el jugador termina aislándose por competo de todo lo que ocurre a su alrededor.


10) Ayuda a aprender a planificar

La corteza prefrontal es una de las zonas del cerebro que más demora en desarrollarse, es el área encargada de planificar y saber anticiparse a los acontecimientos (hacer proyecciones), también es la zona responsable del autocontrol.



... Después de conocer todas estas ventajas, que esperas para aprender a jugar ajedrez!



Preocuparse de más es signo de inteligencia


Recientes estudios neurocientíficos del Centro Médico Downstate de la Universidad Estatal de Nueva York (EE UU) revelan que la inteligencia y la preocupación están relacionadas con la escasez de colina en la sustancia blanca subcortical del cerebro. Los investigadores llegaron a la conclusión que ambos rasgos coevolucionaron en los seres humanos.



Preocuparse demasiado suele ser considerado un aspecto negativo de la personalidad, mientras que la inteligencia es una cualidad que se valora positivamente. Pero lo cierto es que la preocupación "puede hacer a nuestra especie evitar situaciones peligrosas, por muy remotas que parezcan", subraya Jeremy Coplan, coautor de los trabajos. Y al no asumir riesgos, las personas preocupadas tienen más probabilidades de sobrevivir. "Por lo tanto, como la inteligencia, la preocupación nos aporta un beneficio", añade Coplan.

En los estudios se midió el cociente intelectual (CI) de pacientes con trastorno generalizado de la ansiedad y se comparó con el de voluntarios sanos. En quienes sufrían ansiedad, el alto cociente intelectual aparecía asociado a mayor nivel de preocupación. En los sujetos sanos, esto no sucedía.

Los autores también comprobaron que tanto la preocupación como la inteligencia están caracterizadas por una falta de colina y otros compuestos relacionados en el cerebro. La colina es uno de los componentes más abundantes que contienen los tejidos cerebrales en el ser humano, y su presencia resulta fundamental para la mielinización de los tejidos nerviosos.



Somos lo que pensamos


Una vez Buda dijo "tú eres tus pensamientos" en ese momento, no podría haber imaginado jamás toda la avalancha de investigaciones y datos científicos que 2.500 años después avalarían su afirmación.



Los psicólogos parecen estar de acuerdo con que los problemas psicológicos y de insatisfacciones con la vida, surgen cuando el ser humano tiene sus necesidades básicas cubiertas y dispone de tiempo libre para pensar. El control de la mente, el ser dueño de la misma en lugar de ser su sirviente, se ha demostrado como la llave que abre la puerta de la felicidad. Lo que cada uno pensamos acerca de nosotros mismos, de las personas que nos rodean y del mundo en general, acaba convirtiéndose con mucha frecuencia en una profecía autocumplida. Proyectamos en el exterior nuestro mundo interior y la imagen que recibimos no es más que un reflejo de nuestra propia imagen.


Creemos ver el mundo tal y como es y en realidad lo que vemos es nuestro propio reflejo, el reflejo de nuestros pensamientos, y la versión del “mundo” que hemos creado en nuestra propia cabeza.


Por ejemplo, numerosos estudios han demostrado que la autoconfianza, una convicción férrea de mis capacidades de logro, es el factor singular más determinante del éxito. No es más que una pequeña muestra del poder que nuestras convicciones, nuestros pensamientos e ideas acerca de la realidad, tienen sobre nuestro destino como personas.

La configuración de nuestra mente fruto de la evolución de nuestra especie, no siempre nos ayuda a ser felices. Nuestra mente dispone de mecanismos que nos han ayudado a sobrevivir y progresar como especie pero que no son nada útiles si hablamos de su efecto sobre nuestra felicidad. Estos mecanismos- muy útiles para la supervivencia- se convierten, a su vez, en tendencias tóxicas que contribuyen a perturbar nuestra paz interior.

Nuestra mente es capaz de abstraernos en el tiempo, y con ello de recrear el pasado o pensar en el futuro, hemos desarrollado la empatía, somos capaces de elaborar comparaciones mentales entre objetos y sentimos apego hacia lo que disfrutamos… estos cuatro ejemplos de nuestras capacidades mentales son cuatro herramientas muy útiles para la supervivencia. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, la agricultura y la ganadería nacen de nuestra capacidad de prever acontecimientos futuros, la empatía nos empuja a ayudar al que lo necesita y así nuestra especie se perpetúa, comparar te permite realizar distinciones útiles para crear o para manejarte con las diferencias y el apego te hace querer conservar los bienes de los que disfrutas.

No obstante, esas ventajas se presentan como monedas de doble cara, y la cruz de las mismas es que con frecuencia perturban nuestra paz interior. El hecho de ser capaces de pensar en el futuro y prever acontecimientos nos hace vivir preocupados por posibles adversidades que quizá nunca ocurran. El hecho de haber desarrollado la capacidad empática nos hace vivir el sufrimiento de los otros. El ser capaces de hacer comparaciones nos lleva a tener sentimientos de frustración respecto a lo que otros tienen y/o son. El apego nos hace vivir con miedo a perder aquello que poseemos (o nos posee).


Nuestra mente ha sido configurada genéticamente para ayudarnos a sobrevivir, no para ayudarnos a ser felices, puesto que este no es el objeto de la evolución.


La tan ansiada búsqueda de la felicidad requiere de un esfuerzo persistente; pero hay que convencerse de que en nuestra configuración mental también residen los recursos necesarios para acercarnos a ella, porque si alguna vez me he sentido en absoluta calma, si alguna vez he sentido la más absoluta sensación de felicidad, si alguna vez he sentido un amor absolutamente desinteresado hacia alguien, es porque disponemos de todo el equipamiento necesario para disfrutar de una vida plena.



Aprendiendo a ser optimista


Hay ciertos indicios que indicarían la existencia de un componente genético que explica que haya gente "naturalmente" inclinada al optimismo y que este, en general, se mantenga estable en diferentes circunstancias y a lo largo de la vida. Otros estudios apuntan a que las experiencias en la más tierna infancia (especialmente tener una vinculación significativa y segura con un adulto) tienen que ver con el desarrollo del optimismo.



Sin embargo, las últimas investigaciones científicas sobre la plasticidad del cerebro humano demuetran que pueden crearse nuevas conexiones neuronales a lo largo de toda la vida, y evidencian, por tanto, que el nivel de optimismo y de pesimismo se puede modificar. Esas son buenas noticias!!

Les propongo hoy un ejercicio desarrollado dentro de la corriente del Pensamiento Positivo Permanente. Está basado en la idea de que nuestra forma de pensar afecta a cómo nos sentimos y a cómo decidimos comportarnos. Se llama ABCDE, y es un ejercicio escrito, que recomiendo.


A. Adversidad:

Se trata de describir una experiencia adversa que hayamos sufrido recientemente, tratando de ser lo más objetivos posibles. Explicar objetivamente y con perspectiva qué sucedió, cuándo, dónde, con quiénes.


B.Creencias (del inglés, b de beliefs):

Ahora debemos escribir qué nos decíamos a nosotros mismos durante ese hecho adverso (es lo que os digo en terapia, cómo se forma esa “catarata de pensamientos de autoataque”).


C.Consecuencias:

Aquí describimos las consecuencias que ha tenido pensar de esa manera.


D.Disputa:

Ahora, debemos cuestionarnos esas creencias, encontrar y escribir evidencias que contradigan las creencias negativas o las relativicen. Se trata de rebatir nuestros argumentos negativos con argumentos positivos.


E.Energía:

Nos preguntamos: ¿Cómo cambia nuestra sensación de energía al realizar estos pasos, especialmente al disputar nuestras propias creencias negativas?



Y despues de esto, leerás dos veces lo escrito lentamente y tómate unos tres minutos para refleccionar sobre lo positivo que te ha dejado dicha experiencia, ya que todas las experiencias por mas negativas que sean, siempre dejan una enseñanza por mínima que sea.

En definitiva, una actitud optimista nos ayuda a sufrir menos ante la adversidad, a manejar las situaciones difíciles de manera constructiva y a emprender los pasos necesarios para lograr un futuro mejor. El pesimismo, en cambio, conduce a desarrollar patrones autodestructivos.

Obviamente, no siempre se puede ser optimista: hay situaciones en las que sería ingenuo o inapropiado serlo… Yo creo que no es bueno tener un “optimismo ciego” sino un OPTIMISMO FLEXIBLE, pues son muchas las evidencias que señalan que, en general, es más saludable tener una posición optimista, pero hay situaciones en las que “la vida” te confronta con situaciones en la que un optimismo ciego te impediría avanzar, en definitiva, en esos casos, es bueno pasar el “duelo”, y permitirse que el dolor salga de forma apropiada.



Alimentos y fobia al cáncer


Hace poco tuve ocasión de leer un artículo muy curioso titulado "Coca Cola y Pepsi cambian su fórmula por el estigma del cáncer". En dicho artículo se comenta que ambas compañías se han visto obligadas a retirar de la fórmula de sus bebidas el 4-mitilimidazol, que no es más que el colorante del caramelo formado en los procesos de calentamiento y reducción del azúcar, el asado o cocción de algunos alimentos (fundamentalmente carne) dando ese característico color oscuro. ¿El motivo? El estado de California incluyó este compuesto a su lista de sustancias cancerígenas basándose en ciertos estudios realizados con ratas en los que se comprobaba que al administrárseles una cierta (excesiva) dosis los roedores desarrollaban algún tipo de tumor.



Reconozco que me quedé perpleja. Me recuerda a lo que escribí hace un tiempo sobre el supuesto riesgo cancerígeno de los edulcorantes artificiales allá por 2008; tras revisar lo que se conocía, comprobé que no se habían encontrado en humanos los mismos efectos cancerígenos tras la toma de edulcorantes que sí se habían encontrado en roedores tras la administración diaria de grandes cantidades de edulcorante, muy por encima de las que comparativamente tomaría un ser humano a diario en condiciones de abuso de dicho edulcorante. ¿Realmente han hallado una fuente correlación toma de refresco con ese colorante-cáncer? ¿Y qué cantidades le han dado a los roedores y durante cuánto tiempo?

En el artículo se menciona que las latas de refresco quintuplican la dosis máxima indicada. Ahí no hay tutía: si se supera lo legalmente establecido por cuestiones de salud por un organismo oficial, es lógico que se solicite la retirada o reducción de esa dosis. Otra cosa son los datos aportados, como que una dosis media de ese colorante de caramelo provoca cáncer en 5 de cada 100.000 personas que beben refresco. Imagino que habrán tenido en cuenta otras posibles fuentes de ingesta de ese colorante, como los asados, la cebolla caramelizada que está de moda que acompañe al queso frito con mermelada de pimiento, los flanes con caramelo, los helados de vainilla con caramelo y galleta…y suma y sigue. Además, con una proporción tan pequeña me pregunto si realmente es significativo, ¿cuántos refrescos y durante cuánto tiempo hay que tomar para que te toque la papeleta de ser uno de esos 5 de cada 100.000?

No veo lógico demonizar un alimento o grupo de alimentos como potencialmente carcinogénicos. A veces me da la impresión de que nos estamos pasando de rosca con la cancerofobia en vez de llevar un estilo de vida sano, con una dieta equilibrada y realización de ejercicio físico moderado en vez de obsesionarno con confeccionar listas de alimentos cancerígenos.

Menos mal que, que yo sepa, nadie ha metido en una lista de productos cancerígenos al jamón y las gambas...



Los 12 perros del Titanic


Poco se ha publicado sobre los 12 canes que viajaban a bordo del transatlántico. Por los documentos de la empresa White Star (operadora de la nave) y testimonios de sobrevivientes, se sabe que todos pertenecían a pasajeros de primera clase.


Oficialmente, se supo que fueron tres los perros que sobrevivieron al naufragio, ya que los botes salvavidas estaban casi vacíos cuando los soltaron y nadie se opuso que los animales viajaran allí:

Ellos fueron “Sun Yat Sen”, un pekinés propiedad de Henry Harper, un acaudalado empresario británico, quien, junto con su esposa Myra, lograron ser rescatados, al llegar a uno de los primeros botes.

“Lady”, de raza pomerania, que viajaba con su dueña, Margaret Hays. Ambas fueron rescatadas del bote salvavidas número 7 y, según comentan, la perra habría sido escondida entre las ropas o en el bolso de la señora y llegó sana y salva a Nueva York, de donde, curiosamente, era oriunda.

Otro pomerania, del cual se desconoce su nombre, propiedad de Elizabeth Barrett Rothschild, quien viajaba junto con su esposo, Martin Rothschild.


De los perros que perdieron la vida en el naufragio, se sabe que había ejemplares de diversas razas,entre ellos:

-Un chow-chow campeón de belleza.

-Un airedale terrier de nombre “Kitty”, propiedad de John Jacob Astor. Este fue la persona que liberó a los perros de los caniles en medio de la tragedia, aunque falleció, junto con su perra.

-Un viejo airedale terrier, un king Charles spaniel y un mestizo de raza pequeña, propiedad de William Carter, quien sí sobrevivió y luego demandó a la compañía por sus perros y un auto Renault (que en la película Titanic de James Cameron formó parte de la escena de amor entre Jack y Rose), siendo uno de los juicios más resonantes de la época.

-Un gran danés, del que se desconoce el nombre, propiedad de Anne Isham, quien se nego a subir al bote salvavidas si no dejaban subir a su perro.El buque “Bremen”, a cuatro días del naufragio, reportó haber visto a una dama en traje de noche abrazada a un perro de gran porte, congelados en el agua.

-"Gamin de Pycombe", un bulldog francés, tampoco salió vivo de la hazaña. Pero su dueño, al salvarse, exigió a la empresa propietaria del “Titanic” la devolución de lo que había pagado por su perro, una verdadera fortuna para la época.

También hay constancia de otros perros, posiblemente un borzoi, un galgo o un galgo afgano y un fox terrier, pero nunca nadie pudo confirmarlo, según consignan cientos de páginas de Internet que se refieren al tema.

Muchos medios se hicieron eco de un artículo publicado por el periódico "New York Herald" , el 21 de abril de 1912, basado en el testimonio de un supuesto marinero del buque “Carpathia” (primero en llegar al lugar del naufragio), de nombre Jonas Briggs, quien relató la conducta heroica de un perro de nombre “Rigel”, de raza terranova, propiedad de un oficial del Titanic, que habría ayudado a rescatar náufragos.

De no haber sido por su heroísmo, los sobrevivientes del bote que estaban a la deriva en la oscuridad en el camino del "Carpathia" se hubieran perdido para siempre.



Como distinguir una sonrisa falsa


Todos hemos preguntado alguna vez a alguien cercano si se encuentra bien y nos ha contestado, sonriendo, que «sí» pese a que algo en su rostro nos hace dudar de su respuesta. Las personas poseemos una capacidad innata para reconocer la expresión facial de las emociones y detectar la verdad, pero ¿sabemos distinguir entre una sonrisa verdadera de una fingida?



La expresión deliberada de la sonrisa para ocultar la emoción verdadera puede tener diferentes funciones: proteger a los demás frente a una emoción que les afectaría, resguardar nuestra intimidad o no dejar emerger una emoción. Esta ocultación la realizamos a través de lo que llamamos la sonrisa falsa (fake smile). Disimulamos nuestras emociones con una sonrisa porque nos encontramos en una situación en la que preferimos no mostrar nuestros sentimientos auténticos o por influencia cultural (se observó en un experimento que los estudiantes japoneses ocultaban más sus emociones a través de una sonrisa que los estudiantes americanos).

Richard Davidson, profesor de Psicología y Psiquiatría en la Universidad de Wisconsin-Madison, descubrió que cuando sonreímos de verdad, es decir, por medio de los músculos de los ojos y de la boca, se activan zonas en nuestro cerebro típicas del placer espontáneo. Por el contrario, estas regiones cerebrales no se activan si sonreímos únicamente con la boca. Los bebés que ven a un extraño, sonríen solo con la boca, mientras que si ven a su madre, sonríen también con los ojos. Las parejas felices cuando se reencuentran al final del día se sonríen con la boca y con el músculo que rodea al ojo, sonrisa que no está presente en las parejas que no lo son tanto.

Los niños no tienen tan desarrollada la capacidad de detectar y nombrar sus emociones como los adultos. Es por ello que cualquier pista no verbal sobre el estado del niño constituye una información relevante para los que cuidamos de ellos, ya seamos familiares o educadores. Una niña de seis años cercana a mí pasó por una época difícil, aunque durante ese tiempo se comportaba como los demás niños de su edad. Pero observamos una diferencia cuando jugaba: aunque su boca sonreía, sus ojos expresaban tristeza (los niños a partir de tres años pueden ocultar parcialmente una emoción como la decepción, mostrando «expresiones de transición», a través de una ligera sonrisa).

Nos resulta complicado diferenciar entre expresiones emocionales auténticas y fingidas porque solemos estar atentos solo a los niveles más evidentes de la comunicación emocional, olvidando leer entre líneas los pequeños matices que permiten que la comprensión sea plena. Pero, siendo mejores observadores, identificando una emoción perturbadora tras una sonrisa, tendremos un conocimiento más profundo del mundo emocional de las personas que nos rodean.


Trucos para distinguir una sonrisa verdadera de una falsa:

1- El músculo. Si el músculo orbicular (el que hay alrededor del ojo) se activa, y esto solo ocurre cuando existe disfrute o placer real, las mejillas se elevan y las cejas descienden levemente; si la sonrisa es muy amplia, además podremos observar patas de gallo y brillo en los ojos. En la sonrisa falsa no se producen estos cambios alrededor de los ojos, ya que el orbicular no se puede activar conscientemente, ni de la frente y cejas.

2- La sonrisa falsa aparece demasiado pronto o demasiado tarde.

3- La sonrisa falsa tiende a expresarse ligeramente asimétrica en un lado de la cara (normalmente se muestra más en el lado izquierdo).



Los 10 sonidos más desagradables según los científicos



Aquí la lista de los 10 sonidos más desagradables según el resultado de un estudio realizado por el departamento de Acústica de la Universidad de Salford a cargo de Trevor Cox. El estudio se realizo por medio de la web y más de un millón de internautas participaron en el eligiendo los sonidos más desagradables del mundo.


1- El sonido de las arcadas

2- Un micrófono acoplado

3- El llanto desconsolado de un bebe

4- El freno de un tren sobre los rieles

5- La música mal tocada de un violín

6- Las cadenas oxidadas de un columpio

7- Una batería mal tocada

8- Las risas enlatada en la TV

9- La voz de la muchedumbre

10- Ronquidos


Hay un sonido que no esta en la lista pero que, en lo personal, considero también muy desagradable. Se trata de la ralladura de la tiza en la pizarra... pero bueno, no siempre uno está de acuerdo con lo que piensan los demás.



¿Se aprende más de un fracaso que de un éxito?



Supongo que ya lo habrán notado, pero desde hace tiempo se viene haciendo una glorificación del fracaso en entornos cercanos al emprendizaje. Si uno realiza una sencilla búsqueda en Google, puede observar la cantidad de entradas en las que se defiende el fracaso como elemento positivo. Parece que un fracaso empresarial otorga la elevación a un estado superior, desde el que se pueden hacer cosas imposibles para los novicios, ver cosas que otros no ven. Esto es lo que yo llamo la moda del fracaso “chick”. Y no lo neguéis, a vosotros también os ha seducido la idea. Como concepto es muy potente: No pasa nada si tienes un descalabro descomunal. De hecho, saldrás reforzado y, habiéndote librado del cascarón de la inexperiencia, estarás preparado para enfrentarte al mundo. Pero planteemos lo siguiente: ¿Es bueno glorificar el fracaso? Parece que se habla de él con demasiada frivolidad sin mencionar las consecuencias negativas de un revés empresarial: deudas, embargos, amistades rotas, compromisos no cumplidos… Seguro que muchos sabéis de lo que hablo.

La idea funciona porque de alguna manera combate el miedo. Es cierto, tenemos miedo, y no sólo ante un proyecto de tipo empresarial, sino ante cualquier decisión o acción que implique riesgo. Es parte de la condición humana. El miedo al fracaso, sin embargo, no es el principal impedimento para el emprendizaje. Existen razones mucho más poderosas y de las que no se habla tanto: la financiación, la situación personal o los condicionantes ambientales y estacionales. Sin embargo gastamos mucha más energía en hablar de miedo. Y es que el miedo vende.

¿Existe una razón para mandar este mensaje? No soy del tipo conspiranoico, así que entiendo que la idea ha ido cobrando fuerza poco a poco a través de inspirados tweets, posts y charlas de gurús en foros diversos. Como cualquier idea con fuerza intrínseca, tiene facilidad para instalarse en el inconsciente colectivo con la identidad de verdad absoluta. Sin embargo, resulta curioso comprobar que la comunidad científica niega la mayor. No se aprende más del fracaso que del éxito, sino al contrario.

La investigación llevada a cabo por Mark H. Histed, Profesor de Neurobiología en Harvard, concluye que el cerebro es mucho más receptivo al aprendizaje después de un éxito que tras un fracaso. Las células cerebrales y sus interconexiones afinan su configuración de manera mucho más precisa si la experiencia es de éxito. De esta manera, se puede concluir que nada conduce mejor al éxito que el propio éxito. Y aquí viene la gran pregunta: ¿Cómo aseguro el éxito como medio de aprendizaje?

Se habla poco del tema, pero existen muchos ejemplos de emprendedores de renombre que no han vivido el fracaso como primera experiencia: Zuckerberg, Jobs, Page, Gates… ¿Os suenan estos nombres? Por desgracia, también hay una larga lista de anónimos que han vivido el fracaso y ya no han podido volver a plantearse un proyecto propio.

Es difícil asimilar que el éxito sea el medio para conseguir el éxito. Estadísticamente, fracasar es más rápido (si es lo que se busca). Sin embargo, ambos conceptos, Éxito y Fracaso, son maleables, granularizables y, en definitiva, manipulables. La clave está en ser ágil. Plantear microobjetivos que nos conduzcan al éxito a corto plazo, si hay que fallar, fallar rápido, poco y barato, y, en la medida de lo posible, convertir el fracaso en éxito (esta es la parte difícil). ¿Que cómo se consigue esto? En primer lugar debemos ser capaces de medir las consecuencias de nuestras acciones y extraer las conclusiones adecuadas. Sólo utilizando el conocimiento extraído de este proceso podremos llegar de una situación de fracaso a una exitosa. Puede que no encontremos la gloria en el fallo, pero sí hallaremos información útil. Añádase una pizca de divide y vencerás, y la fórmula ágil está servida.

Como esto se está alargando, recomiendo leer el libro de Eric Ries, The Lean Startup. Muy interesante tanto para los que están planteando un nuevo proyecto como para replantear la marcha de los que están en marcha.



¿Somos realmente capaces de elegir nuestra religión?



¿La religión que profesamos y la espiritualidad que tenemos, son una creación cultural transmitida de generación en generación o nuestros genes nos hacen ser como somos?

Un concepto normalmente aceptado por la mayoría es que estamos determinados por los genes a pertenecer a algún grupo dentro de una escala que va desde el pragmatismo al idealismo, desde el escepticismo a la credulidad, y desde el materialismo a la espiritualidad.

Sin embargo creer en uno u otro dios es una cuestión cultural que se adquiere por nuestro desarrollo mental en un determinado ambiente.

Las particularidades de cada dios y de la religión son producto de la cultura de cada pueblo y de cada época, pero la predisposición a tener una mayor o menor espiritualidad está condicionada por nuestros genes (Hamer, El gen de dios, 2006).

Primero sepamos de qué hablamos diferenciando las dos palabras. Religión es el conjunto de creencias y dogmas acerca de un dios; la espiritualidad está relacionada con sensibilidad, poco interés en lo material e inclinación hacia lo espiritual (ver RAE). La experiencia cotidiana nos enseña que una persona religiosa puede tener una profunda espiritualidad o tenerla muy escasa y, de la misma manera, una persona que no cree en ninguna religión puede tener una elevada o ninguna espiritualidad. Como diría un castizo, “hay gente pa tó”.

Si bien está clara la diferencia entre estos dos conceptos, también es evidente que una persona muy religiosa tiene una alta espiritualidad y viceversa; a esta asociación de religión y espiritualidad permítanme que las englobe en este artículo con el término religiosidad. De la misma manera se da una alta correlación entre materialismo y ateismo. Estas relaciones no impiden, sin embargo, que puedan darse, aunque más raramente, ateos espirituales y creyentes materialistas.

Si la religiosidad estuviese determinada por nuestros genes deberíamos encontrar un comportamiento más o menos religioso-espiritual relacionado con algunas enfermedades causadas por alteraciones del cerebro o de nuestros genes.

Crespi y Badcock, 2008, Kanazawa, 2008, y muchos otros sugieren que los esquizofrénicos, que son hipermentalísticos y paranoides, pueden estar más predispuestos a la religiosidad y a ver la mano de dios detrás de los fenómenos naturales, mientras que, en el extremo opuesto, los autistas serían menos religiosos debido a su hipomentalismo. La experiencia clínica con pacientes esquizofrénicos y psicóticos confirma completamente esta idea. El psicótico está más preocupado por cuestiones religiosas y en general encuentra significados “ocultos” (sobrenaturales) a situaciones que para los demás son naturales.

Un fenómeno que se da con cierta frecuencia, conocido como apofenia, consiste en percibir la existencia de patrones, como caras o figuras o conexiones entre sucesos, allí donde no los hay. De ese modo se otorga sentido o significado a algo que carece de él. Todas las personas tenemos, en mayor o menor medida, una cierta tendencia a buscar (y encontrar) patrones en una gran variedad de situaciones (caras o animales en la forma de las nubes, de montañas, de manchas en las paredes, etc. Si en Google maps por satélite pones las coordenadas +50º 0′ 43”, -110º 6′ 52” te saldrá una montaña de Canadá con cara de indio incluidas las plumas).

Además de para ver lo que no hay, podríamos estar evolutivamente diseñados para inferir intenciones detrás de los fenómenos naturales, ya que la consecuencia de sobreinterpretar erróneamente la intencionalidad –mostrarse paranoico ante fenómenos perfectamente naturales (ej. un ruido inesperado en el bosque)– es menos costoso en términos evolutivos que la consecuencia de no deducir una intencionalidad erróneamente y ser atacado por los depredadores y enemigos cuando menos lo esperas (Haselton & Nettle, 2006). Por lo tanto, la selección natural nos llevaría a ser un poco paranoides porque potencialmente esto podría salvar nuestra vida y podríamos ser religiosos porque somos paranoides y vemos la “mano de dios” detrás de fenómenos perfectamente naturales. Las recientes teorías evolutivas sugieren que la religiosidad no es en sí una adaptación sino un subproducto de otras adaptaciones psicológicas.

En su interesante libro “El dios de cada uno” (Alianza edt., 2011), el profesor Francisco Mora describe algunos estudios realizados sobre conocidos personajes ultrarreligiosos analizando la biografía y sus propios escritos en los que describieron múltiples visiones, alucinaciones y delirios y sus interpretaciones sobrenaturales. Parece ser muy probable que la elevada religiosidad de estas personas estuvieron influidas por enfermedades tales como la epilepsia de Pablo de Tarso, la esquizofrenia de Francisco de Asís o la bien documentada epilepsia del lóbulo temporal de Teresa de Ávila cuyos síntomas fueron contados por ella misma. Esta tendencia a detectar fenómenos o imágenes inexistentes se puede ver fuertemente acentuada por efecto de determinadas patologías, como las ya mencionadas, o del consumo de drogas, como las anfetaminas, en los que se pueden ver imágenes que nadie más puede ver. Según el catedrático de fisiología Francisco Mora, la apofenia puede explicar fenómenos considerados paranormales, así como fenómenos perceptivos de contenido religioso, como las apariciones de santos, de vírgenes o del mismo dios.

Según este autor, ver imágenes inexistentes no debiera ser considerado extraordinario; lo que sí es extraordinario es que las visiones y pensamientos que surgen en la mente como consecuencia de un estado patológico sean interpretados como sobrenaturales.

El propio título de su último libro, “El dios de cada uno”, resume la idea de que no existe ningún dios universal sino que cada uno crea en su propia mente un dios adecuado a su cultura y sus necesidades. Durante algunos milenios las gentes eran luchadoras y las guerras estaban a la vuelta de cada disputa o de cada loco por el poder, y así el dios creado por Moisés era un dios belicoso, guerrero, colérico, cruel, implacable, al que se le pedía que destruyera al enemigo, un dios que cuando algo no le gustaba mandaba fuego, plagas o inundaciones para librarse del mal.

¿Qué hace que nuestro cerebro nos haga ser más o menos proclives a la religiosidad? Parece que esta tendencia está causada por el neurotransmisor dopamina.

Según el neuropsiquiatra Peter Brugger, la apofenia es consecuencia de una actividad excesivamente alta del sistema dopaminérgico. Recientemente, Sazaki y otros encontraron en varios estudios que las personas con variantes del gen del detector de la dopamina DRD4 que le hacen tener mayor sensibilidad, tienen una mayor respuesta a ciertos estímulos ambientales y son más espirituales.

A partir de estos trabajos, Fred Previc ha desarrollado una teoría en la que considera que los niveles altos de dopamina en el cerebro pueden estar relacionados con las llamadas experiencias religiosas y llevaría a una persona a ser un ardoroso seguidor de una religión. Según su teoría, el exceso de dopamina puede llevar a una persona a interpretar una experiencia anómala, pero natural, como algo de naturaleza mística o espiritual y encontrar patrones inexistentes de causalidad al punto de llegar a convencerse de que estaban predestinados por una fuerza sobrenatural y llegar a convertirse en un fanático defensor de su dios. En esta misma línea, varios trabajos recientes describen un aumento de los niveles de dopamina durante la meditación y en algunos trances.

En un interesante trabajo (Newberg 2012) se describe un experimento en el que se mostraron en una pantalla palabras y caras no demasiado claras a personas religiosas y no creyentes. El resultado fue que los religiosos eran más propensos a verlas donde los no creyentes no lo hacían. Sin embargo, cuando a los más escépticos se les inyectó dopamina fueron capaces de ver las figuras codificadas que antes no veían.

Los recientes estudios neurológicos llevan, por tanto, a determinar que somos espirituales o materialistas, creyentes o ateos, dependiendo de si nuestros genes nos hacen tener una mayor o menor cantidad de dopamina en nuestro cerebro. Una elevada dopamina causa una mayor religiosidad y credulidad, y esto es innato, mientras que la creencia en uno u otro dios, depende exclusivamente de donde hayamos nacido, por lo tanto de la cultura que hayamos recibido, y esto es creación humana.