Ya en la década del 50, el psicoanalista británico John Bowlby, pionero en trabajos sobre desarrollo infantil, había examinado cómo los niños privados del contacto maternal llegaban a menudo a desarrollar problemas psicológicos en la edad adulta.
Ahora, en épocas de escaneos cerebrales, la neurociencia ha documentado que los niños con madres más táctiles tienden a desarrollar cerebros más sociales.
Investigadores del Instituto Max Planck (Leipzig-Alemania) filmaron a 43 niños (24 niños y 19 niñas) mientras interactuaban con sus madres en una sesión de juegos estándar durante 10 minutos. El promedio de edad de los niños era de 5 años y medio. Los autores del estudio contaron todas las veces en que las madres tocaron a sus hijos y viceversa. Por último, dentro de las siguientes dos semanas, los investigadores realizaron estudios de resonancia magnética en los cerebros de cada niño haciéndoles mirar una lámpara de lava, una técnica conocida por permitir la exploración del cerebro en estado de reposo.
Los autores del estudio estaban particularmente interesados en observar los niveles de actividad en reposo de una zona cerebral que está vinculada a funciones como la empatía y la capacidad de pensar en los estados mentales de otras personas, comúnmente llamada "cerebro social". Ellos encontraron que los niños que recibieron más contacto táctil por parte de sus madres en la sesión de juegos, tendían a tener más actividad en dicha área del cerebro, especialmente en el surco temporal superior derecho (STSD). También mostraban una mayor conectividad entre los diferentes nodos funcionales dentro del cerebro social, por ejemplo entre el STSD y el giro frontal inferior y la ínsula izquierda.
Otro factor importante son los efectos genéticos, en este caso cabe destacar que los niños que recibieron más toques también tocaron más a sus madres, lo que podría hacernos pensar que los mismos genes que impulsan el comportamiento táctil en las madres podrían ser transmitidos a sus hijos, influyendo en su desarrollo cerebral. Esto es digno de mención ya que queda por ver si se encontrarían resultados similares en ensayos con el padre u otra persona cercana al niño.
Para terminar, es de destacar que el mismo instituto que realizó esta investigación, ya había realizado estudios similares con animales. Lo que había dejado demostrado que un mayor contacto físico materno se asociaba con importantes cambios físicos en ratones de laboratorio, por ejemplo, en la forma en que sus cerebros respondían al estrés y que los ratones criados con más tacto, de adultos, eran más táctiles con su propia descendencia.
En conjunto, estos resultados apoyan la idea de que las experiencias táctiles maternas en la infancia dan forma a un mejor desarrollo del "cerebro social" en la adultez de la persona.
Referencia:
http://cercor.oxfordjournals.org/content/26/8/3544
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