Es notorio que los hombres son física y verbalmente más agresivos que las mujeres. Ellos representan el 76% de los arrestos en el mundo desarrollado y cometen el 89% de los homicidios. También es evidente que utilizan más drogas y alcohol que ellas, además de una mayor participación en deportes extremos.
Los hombres son también más propensos que las mujeres a sufrir de una gama de psicopatologías que se caracterizan por la exteriorización de comportamientos impulsivos, como el trastorno de personalidad antisocial, trastornos de hiperactividad con déficit de atención, entre muchos otros.
Pero según una investigación de la Universidad de Durham (Reino Unido), el lugar donde las diferencias de impulsividad entre hombres y mujeres están más marcadas es en la conducción de vehículos. Es en ese ámbito en el cual los gráficos muestran las disparidades más grandes. Donde los hombres manejan más imprudentemente, son menos proclives a utilizar el cinturón de seguridad, más propensos a la velocidad, a conducir en estado de ebriedad, entre otras muchas violaciones a las normas. Por ejemplo, los resultados de diferentes estudios dicen que la tasa de accidentes del sexo masculino es tres veces más alta que la de las mujeres, con una tasa de mortalidad aún mayor. De hecho, los hombres cometen el 97% de las infracciones de conducción peligrosa, el 85% de los delitos de conducción negligente y el 83% de los excesos de velocidad.
Desde un punto de vista evolutivo, esto es particularmente interesante, dado que la conducción es un comportamiento (evolutivamente) nuevo para el ser humano, donde es necesario un aprendizaje inédito y donde se rige por un cúmulo de reglas y códigos complejos. Además de ser una práctica que se encuentra activamente vigilada y penalizada.
Sin dudas que la conducción tendría que ser un comportamiento donde la tecnología y la educación deberían haber hecho indistinguibles a los sexos, pero no es así. ¿A que se debe esta brecha tan grande?
Sobre la base de teorías de personalidad, criminológicas y evolutivas, los autores del estudio aseguran que estas diferencias entre sexos siempre son más marcadas en aquellas actividades que representen la toma de algún riesgo, donde los hombres demuestran una mayor búsqueda de sensaciones, mayor receptividad a la recompensa y menor sensibilidad al castigo.
En las investigaciones realizadas, que incluyeron pruebas psicométricas y de comportamiento, las mujeres fueron notoriamente más susceptibles a la penalización por incumplimiento de normas, los hombres, en cambio, mostraron significativamente una mayor búsqueda de emociones en la asunción de riesgos. Sin embargo, no se encontraron diferencias sustanciales entre los sexos en tareas de función ejecutiva.
Y como también se ha señalado antes, una visión evolutiva relacionada a la explicación sobre bases genéticas, por ejemplo, el "gen egoísta" de Darwin nos podría aclarar algunas de estos desajustes. Es que los genes de ambos padres tienen que coexistir en individuos de ambos sexos. Es decir, hoy sabemos que los genes de madres y padres consiguen expresarse diferencialmente y pueden construir diferentes partes del cerebro, por lo tanto, ser responsables de diferentes aspectos de la conducta del individuo. De hecho, tal expresión diferencial entre genes, cromosomas y sexos pueden explicar, en gran medida, ya sea las enfermedades mentales como los comportamientos dentro de los límites normales.
Referencia:
http://psycnet.apa.org/journals/bul/137/1/97/
No hay comentarios:
Publicar un comentario