Imagínate que llegas tarde a una entrevista de trabajo y debes subir muy rápidamente una escalera, pero cuando llegas al final de la misma, sientes una falta de aire como si hubieses corrido un maratón.
Seguramente esto nos ha ocurrido a todos, subir apresuradamente unos cuantos escalones y posteriormente sentir una falta de aire y un agotamiento físico repentino.
Si usted toma esto como una señal de que su estado físico no es el mejor y que necesitaría ir a un gimnasio en forma urgente, se equivoca. Incluso un atleta profesional puede quedar sin aliento al subir un tramo de escaleras rápidamente, porque la condición física tiene poco que ver en esto.
Lo que sucede aquí es que cuando nos acercamos a unas escaleras con intención de subirla rápidamente, nuestro cerebro le indica al cuerpo que detenga la respiración. Esto ocurre porque los seres humanos estamos diseñados para detener o ralentizar la respiración cuando nos concentramos en una tarea específica durante un corto período de tiempo.
El resultado de esto es una doble pérdida de oxígeno, por un lado la cantidad de oxígeno que consumen los músculos durante el movimiento, y por otro, la cantidad que nos privamos debido a nuestra respiración reducida. Esto hace que nuestro nivel de oxígeno en sangre caiga en picado y suban los niveles de dióxido de carbono. Posteriormente, después que subimos la escalera, este sistema de concentración termina y el cerebro se da cuenta rápidamente de los bajos niveles de oxígeno en sangre, entonces, comienza a enviar señales opuestas, es decir, de iniciar una respiración rápida para suministrar al organismo el oxígeno que falta.
¿Por qué respiramos menos?
La pregunta que nos plantea esto es: ¿cuál es motivo que nos lleva a respirar menos cuando, en realidad, deberíamos respirar más? Este reflejo lo hemos desarrollado para ayudar a mantener a nuestros cuerpos concentrados cuando nos centramos en una tarea física que requiere precisión. Imagínese enhebrando una aguja, haciendo una incisión quirúrgica o lanzando una flecha, en todas ellas se produce este efecto. La clave para ser preciso con estas tareas físicas coordinadas es la quietud, la concentración y la tranquilidad. Retardando o deteniendo la respiración reducimos los movimientos corporales y, con suerte, lograremos una mayor precisión en la ejecución de la acción.
Es fácil imaginar la utilidad de esta característica en nuestros antepasados, cuando este reflejo podía marcar la diferencia entre comer o no, es decir, esto tiene un valor evolutivo y selectivo claro.
Si quieres prueba esto: la próxima vez que debas subir una escalera rápidamente, concéntrate en tu respiración y, deliberadamente, dar algunas respiraciones profundas antes de comenzar a escalar, y sigue respirando a medida que subas los escalones. Si haces esto, notarás que no sufrirás ese clásico sofoco al llegar a la cima, ya que, simplemente, estás evitando este efecto.
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