Hace un tiempo leí un interesante artículo de un neurólogo estadounidense, en él, el profesional contaba como reaccionaban los pacientes con epilepsia al informarles que ya no podrían conducir más un coche, debido a que habían sufrido una convulsión. Algunos se enojaban, otros solo se mostraban resignados, pero la mayoría de ellos quedaban con un cierto estado depresivo, producto de la pérdida de independencia.
En el mismo artículo, también se describía la diferencia de esos individuos privados de conducir, con algunas personas con lesiones en la médula espinal, que perdían la movilidad de sus piernas.
Curiosamente, mientras los parapléjicos quedan consternados en un primer momento, a menudo salen rápidamente adelante. Ellos aprenden a usar su silla de ruedas, incluso algunos consiguen coches especialmente equipados, y así siguen adelante con sus vidas. En cambio, a muchos pacientes que se les prohíbe súbitamente el uso de un objeto que utilizan frecuentemente, este paso les cuesta más, a menudo parecen atascados.
¿Por qué entonces, individuos que poseen el uso de sus piernas les cuesta más salir adelante que a personas que no pueden caminar?
El cerebro y su relacionamiento con la tecnología
Esta diferencia habla de nuestra neurobiología y de cómo nos relacionamos con la tecnología. El cerebro de los primates, es decir el del ser humano y el de los monos, nuestros primos evolutivos, está adaptado para incorporar el uso de herramientas, pero no sólo para el mero manejo del utensilio, sino que, literalmente para sentirlo como una parte de nosotros mismos. Dicho de otra manera, nuestros cerebros están diseñados para percibir una herramienta como parte de nuestro cuerpo.
Hace unos años, en el Instituto de Ciencia Cerebral ‘Riken’ en Japón, se realizaron algunos experimentos interesantes al respecto. Los investigadores entrenaron a un grupo de monos para valerse de un rastrillo y así poder acercar un bocado de comida colocado fuera de la jaula, todo esto mientras se observaba la actividad cerebral de los animales con resonancia magnética.
Los científicos japoneses observaron que una vez capacitados en la utilización del rastrillo y al mismo momento de tomar la herramienta con las manos, en el cerebro de los monos se activaba el sistema somatosensorial, cosa que no ocurría antes de haber aprendido a utilizar el rastrillo.
Por tanto y de una forma muy real, para el cerebro de los monos el rastrillo se convirtió en una parte de su cuerpo.
¿Qué tiene que ver esto con las personas privadas de conducir coches? En los seres humanos, también en los monos, las herramientas que utilizamos frecuentemente se convierten, literalmente, en una parte de lo que somos. Una de las herramientas más importantes de la sociedad moderna es el automóvil. Son las piernas de las sociedades actuales. De hecho es más que eso, ya que además de la movilidad, también asociamos al automóvil con nuestro estilo de vida, nivel económico y personalidad. Por tanto, cuando una persona pierde repentinamente la capacidad de utilizar el coche, está perdiendo una parte de su cuerpo extendido y más aún.
Y que no se entienda esto como algo materialista, el punto, más bien, es mostrar el límite de lo que llamamos cuerpo, que de acuerdo con la fisiología del cerebro, es más difuso de lo que creemos.
¿Cuántas personas hoy en día se sienten desconcertadas sin sus teléfonos celulares? Esto ocurre porque existe una plasticidad innata en nuestra corteza cerebral para asumir nuevas funcionalidades e incorporar estos elementos al modelo cognitivo del "yo". Es esta misma flexibilidad cognitiva lo que permitió a nuestros antepasados desarrollar herramientas para prosperar y asegurar su supervivencia.
En la actualidad, con el avance de la tecnología, nuevas "extensiones corporales" han surgido. La duda es ¿Qué tan flexibles son nuestros cerebros para seguir incorporando tal cantidad y tan novedosos tipos de herramientas?
Sin dudas que en un futuro, con el advenimiento de nuevas y originales interfaces hombre-máquina, el ser humano podrá observar el surgimiento de nuevas y más impresionantes capacidades, como así también, la aparición de inéditas discapacidades.