En el debate sobre si Internet nos está haciendo más o menos inteligentes podemos hablar de dos grandes escuelas: una estaría representada por el influyente Nicholas Carr, cuyo libro ‘Superficiales’ (2011) introdujo en el debate un argumento de corte tecnosuspicaz: “Internet nos vuelve superficiales porque picoteamos información en lugar de profundizar en ella, algo que, dice Carr, es inherente a los libros.
Al otro lado de la trinchera se sitúa el divulgador Steven Johnson, especialista en sistemas complejos, que defiende en ‘Cultura basura, celebros privilegiados’ (2011) que “los medios de masas nos están volviendo más inteligentes porque están incrementando progresivamente su complejidad”. Por tanto, Internet, pero también la TV, están ayudándonos a que seamos –individualmente y como especie- cada vez más inteligentes.
¿Y el resto de la "inteligentzia", qué opina de este asunto? Pues está igual de dividida, aunque ligeramente inclinada hacia la opción que defiende Johnson: una encuesta realizada entre 1.021 expertos tecnológicos concluyó que el 55% de ellos considera que Internet ha tenido un efecto positivo en las mentes de los menores de 35 años, estimulando su capacidad multitarea y potenciando la capacidad para encontrar rápidamente información relevante online.
Por su parte, el 42% de los expertos encuestados sostienen que un cerebro hiperconectado se vuelve superficial, y depende de un modo insano de Internet y los dispositivos móviles para funcionar. Además, la atención fragmentada imposibilita que el cerebro “pueda enfocarse en tareas más complejas, lo que derivará en el estancamiento en áreas como la tecnología e incluso la literatura”, pronostica Álvaro Retana, un especialista que participó en la encuesta.
Hay quien ve la botella medio llena: “Reemplazar la memorización por el análisis será uno de las mayores bendiciones para la sociedad desde la extensión de la alfabetización masiva en los siglos XIX y XX”, sostiene Paul Jones, experto en medios de la Universidad de Carolina del Norte.