Hace algunas semanas, estaba yo con mi hijo de 4 años mirando la televisión, en un momento cambio de canal y aparece en la pantalla una casa siendo arrastrada por una tromba de agua. Estaban informando sobre graves inundaciones en un país de Asia.
En ese momento mi hijo me pregunta que haríamos nosotros si el agua se llevase nuestra casa, a lo que yo le contesto que deberíamos tratar de defenderla haciendo una barrera. Seguidamente le pido a mi hijo que construya un muro de contención en la puerta de la casa para que el agua no entre. Entonces él colocó todos sus juguetes detrás de la puerta de casa, además de un paraguas abierto, con el que decía que no dejaría entrar el agua.
En realidad, lo que mi hijo estaba haciendo en ese momento era jugar con el pensamiento abstracto. Esto es muy común en los seres humanos: probar nuestras habilidades de resolución de problemas. Y especialmente en los niños, este tipo de mecanismo imaginativo de asociaciones y pensamientos, les ayuda a cultivar la creatividad y su capacidad de desempeño ante un problema.
¿Qué es el pensamiento abstracto?
El pensamiento abstracto nos permite conceptualizar, hacer representaciones simbólicas o establecer conexiones y patrones sobre cosas que no están necesariamente presentes o que no son reales.
Esto nos permite cambiar, adaptarnos, predecir, planificar y sacar conclusiones que nos mueven a un lugar de mayor significado y comprensión. Este tipo de razonamiento es lo que nos ayuda a manejar la adversidad y los desafíos.
El pensamiento abstracto también nos permite crear, encontrar el significado, planear cosas que nunca hemos hecho antes, imaginar lo que se siente cuando completamos nuestras metas y analizar cómo salir de potenciales problemas.
En cambio, el pensamiento concreto es lo que nos lleva a tomar las medidas necesarias para cocinar, llamar al médico, leer un libro y llevar a cabo las distintas tareas.
Ambas formas de pensamiento, concreto y abstracto, son esenciales para nuestro bienestar y supervivencia. Sin embargo, cuando estamos bajo presión, lo bien que combinemos los patrones de pensamiento abstracto y concreto, determinará lo acertado que nos manejemos en esa situación. Y a menudo, el uso de nuestra imaginación para razonar más allá de la circunstancia en que nos encontremos, nos podrá ayudar a avanzar a través de ella más fácil.
La distancia psicológica
El pensamiento abstracto también ayuda a crear distancia psicológica. Si nos imaginamos a nosotros mismos viviendo en el futuro o en un escenario diferente al que estamos actualmente, o si nos fijamos en nuestras circunstancias desde la perspectiva de un observador distante, creamos una distancia emocional que nos ayude a enfrentar mejor determinadas situaciones.
Varios estudios indican que este tipo de distancia psicológica nos hace las cosas más fáciles, nos ayuda a tomar decisiones más sabias, impulsa nuestra creatividad y nos impide ver todo negativo cuando las cosas van mal.
Cuando tomamos una visión abstracta y nos vemos separados del problema, llegamos a ser menos reactivos y más capaces de reunir ideas para lidiar con él. Con este tipo de enfoque abstracto somos más libres de apelar a nuestros recuerdos y hacer asociaciones y conexiones aleatorias para innovar, crear y resolver dificultades.
Después de todo, estamos haciendo más que construir fortalezas con juguetes y un paraguas en la puerta de la casa, también estamos construyendo nuestra capacidad de recuperación.