Es bastante común que, en la búsqueda de la felicidad, nos comportemos de manera egocéntrica: quiero un helado, quiero ver mi programa de televisión favorito, quiero a esa mujer o ese hombre como pareja. Este principio hedónico puede conducir a estados placenteros (cuando se consigue lo que se desea) o a situaciones desagradables si las cosas no salen como se pensaba.
Esta lucha por el placer personal conduce posteriormente, en función de las circunstancias, a estados fluctuantes de felicidad. Confiar demasiado en estas recompensas externas (no necesariamente controlables) puede conducir fácilmente a la infelicidad.
Cuando crecemos, debemos aprender que el mundo no ha sido creado para satisfacer nuestras necesidades personales. Un bebé si puede experimentar tal dicha en la medida de que cada vez que llora obtiene alimento, es decir, experimenta el mundo como una gratificación inmediata. Pero más tarde, a medida que transcurre la infancia, asimilamos que no estamos en el paraíso cuando una y otra vez no recibimos aquello que esperamos. De esta forma aprendemos a tolerar la frustración.
Recientemente, Michael Dambrum profesor e investigador de la Universidad Blaise Pascal (Francia) y un grupo de colegas desarrollaron un modelo de felicidad basado en el egocentrismo-desinterés. En esencia, dicho modelo desarrolla una idea de cómo aprendemos a ser adultos felices. Básicamente sostiene que el egocentrismo se desarrolla cuando percibimos a nuestro yo como mucho más importante que el de los demás. En este caso, el "yo" se experimenta con un límite nítido, centrado en sí mismo y bastante separado de los demás.
Contrariamente a esto, cuando la percepción de uno mismo es más flexible, existe una sensación de separación más débil con el mundo circundante y una mayor conexión con otras personas. Este "yo" desinteresado da como resultado un estado más dinámico de aceptación, lo que deriva en una felicidad más auténtica.
La investigación
En el estudio publicado en noviembre del año pasado, Dambrum muestra empíricamente que una disolución de los límites del cuerpo durante la meditación conduce a una mayor felicidad. Curiosamente, los participantes de la investigación no tenían experiencia alguna en meditación, todos ellos eran estudiantes universitarios.
La tarea consistía en seguir las instrucciones de una grabación de 20 minutos de duración con instrucciones para meditar. Al mismo tiempo, se seleccionó a otros estudiantes (grupo de control) a los que sólo se les dio instrucciones de que se recostaran en una posición de descanso, pero sin meditar.
Al comparar los dos grupos, se hizo evidente que los estudiantes que habían meditado sentían sus límites corporales más difusos y estaban notoriamente más felices y relajados que el grupo de control.
¿Por qué ocurre esto? Inicialmente, cuando meditamos, se siente una sensación más fuerte del cuerpo, pero con el paso de los minutos, se va perdiendo el sentido del yo corporal y se entra en lo que se denomina "flujo de meditación". Lo que el profesor Dambrum demostró es que, incluso personas sin experiencia en meditación, en un corto período de tiempo pueden entrar en un estado donde la sensación del "yo" es menos dominante y por tanto se aumentan los niveles de felicidad.
Se sabe que, por ejemplo, el Mindfulness (o atención plena) puede ayudar a tratar diversos trastornos del estado de ánimo. Uno de los mecanismos para su eficacia podría estar en la reducción del egocentrismo.
Estos resultados también tienen implicaciones para otro enfoque que actualmente la psiquiatría está investigando: la utilización del llamado "tanque flotante" o "tanque de privación sensorial". Consiste de un pequeño tanque de agua con alta concentración de sal (para que el cuerpo flote) y a temperatura corporal. No se oye nada a excepción de la propia respiración y exhalación. Debido a que la persona flota en agua que tiene la misma temperatura corporal, la piel pierde el sentido del límite del cuerpo, y después de un rato, el individuo se siente relajado y de buen humor.
Algunos investigadores le llaman a esta técnica "meditación instantánea" porque después de un corto tiempo cualquier persona puede entrar en estados de conciencia que, por lo general, sólo lo logran los meditadores experimentados: disminución del sentido del yo, pérdida de la noción del tiempo y mayor sintonía con el entorno.
Recientemente se ha comenzado a probar la eficacia del tanque flotante en personas con trastornos mentales, ya que los primeros resultados proporcionan cierta evidencia de que esta técnica (que favorece la perdida del sentido del contorno corporal) puede ayudar en el tratamiento de algunos trastornos del estado de ánimo.
Referencia:
http://psycnet.apa.org/journals/gpr/15/2/138/
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