La pregunta del título nos invita a reflexionar y a pensar los problemas de la salud humana desde otra perspectiva. Es decir, después de decenas de miles de generaciones de evolución de la especie y ya que la selección natural hace perdurar solo a los mejores genes ¿no debería el sistema inmunitario natural del cuerpo haber evolucionado de tal forma que las enfermedades sean cosa del pasado?
Esta hipótesis, se la plantearon en 1991 dos biólogos evolucionistas, Randolph Nesse y George Williams. Después de intensas discusiones y estudios, estos dos científicos se decantaron por 6 causas básicas acerca de esta teoría:
1.) Hemos estado, estamos y estaremos en una carrera evolutiva mortal contra nuestros agentes patógenos. Estos organismos biológicos (virus, bacterias, etc.) también han evolucionado, en algunos casos, más rápidamente que los seres humanos. Si bien hoy podemos hacer mucho para defendernos de ellos, por ejemplo, mediante antibióticos, estos organismos se protegen, a veces mutando. Y esta es una carrera que durará por siempre.
2.) El medio ambiente se modifica continuamente. Por ejemplo, durante los últimos 30 mil años algunos componentes biológicos y químicos del planeta han cambiado radicalmente. Muchas de nuestras vulnerabilidades a ciertas enfermedades son el resultado del desajuste existente entre la selección natural de la especie y la velocidad de los cambios medioambientales.
3.) Tenemos que hacer frente a la ley de las compensaciones impuestas por las leyes de la biología y la física. Por ejemplo, si tuviésemos huesos más gruesos podríamos reducir el número de fracturas que padecemos. Pero, desgraciadamente, esto vendría a expensas de reducir nuestra velocidad y agilidad, que también han sido muy beneficiosas para el desarrollo de la especie.
4.) La selección natural es completamente carente de previsión. Lo que significa que nuestro pasado evolutivo, a veces, nos juega en contra. Tomemos como ejemplo la asfixia, que es la cuarta causa de muerte accidental en el mundo. ¿Por qué nos atragantamos y nos ahogamos? Una respuesta sencilla sería que es el resultado de la intersección de la tráquea con el esófago, que comparten un orificio en la parte posterior de la garganta, y la epiglotis trabaja como una tapa, es decir, se cierra sobre la tráquea cada vez que tragamos comida o líquido, esto permite que los alimentos vayan al esófago e impide que pasen a la tráquea. Pero a veces la epiglotis falla o no cierra a tiempo y nos ahogamos.
Entonces, ¿Por qué la selección natural no ha generado una solución mejor a este tipo de problemas? Sí, la epiglotis se ha desarrollado como una solución temporal parcial a este problema, pero todavía estamos muy lejos de un buen "diseño". El problema de la asfixia es debido a la historia evolutiva, recordemos que nuestra especie tiene un origen acuático, y que tanto los pulmones, el esófago y el intestino provienen de tejidos similares que servían para atrapar oxígeno del agua. Con el tiempo, las branquias fueron dejando paso a los pulmones, que se convirtieron en nuestra fuente de oxígeno. Debido a que durante este proceso de desarrollo los pulmones surgen como una extensión del esófago, el aparato respiratorio no quedó totalmente desacoplado de nuestro sistema digestivo. Básicamente es por esto que nos ahogamos.
5.) La selección natural favorece los rasgos que aumentan el éxito reproductivo, no la salud. Sí, es verdad, muchas veces los rasgos genéticos tienen efectos positivos tanto sobre el éxito reproductivo como en la salud, pero esto no ocurre en todos los casos. O sea, desde una perspectiva evolutiva, cuando hay un conflicto, el éxito reproductivo siempre triunfa sobre la salud. Por ejemplo, la predisposición a algunas enfermedades o las conductas de riesgo asociadas con la adolescencia, pueden ser adaptativas si los genes responsables de dichas derivaciones también contribuyen al éxito reproductivo.
6.) Muchas veces asumimos erróneamente que ciertos síntomas son enfermedades. Algunos estados que sufrimos, como ser fiebre o náuseas, en ocasiones pueden ser reacciones defensivas del organismo. Pero como nos resultan desagradables, es común que las veamos como un "síntoma" de estar enfermo. Sin embargo, a menudo son adaptaciones beneficiosas en lugar de enfermedades.
Referencia: "Principles of evolutionary medicine" Peter Gluckman, Alan Beedle, Mark Hanson. Cambrige University Press, 2009.
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