Los seres humanos que vivimos en la actualidad, al menos muchos de nosotros, lo hacemos en sociedades democráticas, relativamente prósperas y que ofrecen a sus miembros numerosas opciones de vida, opciones que personas que vivieron en otras épocas no tuvieron. Es decir, experimentamos la vida de manera diferente.
Las sociedades modernas como las conocemos hoy, comenzaron a conformarse en la Inglaterra del siglo XVI con una nueva forma de conciencia social que se llamó "nacionalismo", como nuevo marco cultural de modernidad.
El nacionalismo implicaba una realidad social diferente, o sea, una comunidad soberana de miembros relativamente iguales (una nación) y de forma esencialmente democrática. Este nuevo concepto reduce drásticamente la relevancia de la religión y aún cuando las creencias religiosas se adaptaron a este nuevo entorno social, era totalmente diferente, es decir, la conciencia fundamentalmente religiosa y jerárquica, fue quedando relegada en beneficio de una forma de comunidad más similar a cómo viven las sociedades occidentales hoy en día.
Entre otras cosas, esta nueva conciencia moldeó a un nuevo individuo, esto implicó que existía la opción de decidir lo que se quería ser, lo que animó a las personas a darse cuenta, en mayor o menor medida, del concepto moderno de libertad, o sea, impulsó al individuo a tener derecho a definir su propia identidad.
Los costos de la libertad
Por desgracia, todos estos beneficios vinieron acompañados de costos imposibles de ignorar, el hecho de asumir un nuevo estatus de libertad individual puede dar forma a una identidad individual problemática, es decir, un miembro de una nación puede no saber reconocer su papel en la sociedad como lo haría una persona que creció en un orden esencialmente religioso, no igualitario, donde la posición social de los individuos estaba ya definida desde su nacimiento.
El individuo moderno debe decidir quien es, debe construir su propia identidad. Esta nueva cultura ya no proporcionaba a las personas una orientación coherente, por el contrario, proporcionaba una orientación inconsistente solamente guiados por el entorno cultural, que de hecho puede resultar bastante desconcertante.
Dicha insuficiencia sociocultural se denomina "anomia" y es reconocida como uno de los problemas de las sociedades modernas.
Al mismo tiempo que la sociedad inglesa se redefinía como una nación, comenzaron a aparecer una variedad hasta ese momento desconocida de enfermedades mentales y a diferencia de las enfermedades mentales ya conocidas, éstas se expresaban en grados de trastornos y disfunciones de los cuales los síntomas más comunes eran la inadaptación social, la incomodidad crónica con uno mismo, el odio a si mismo, la megalomanía y el desinterés total de su propia existencia. En particular estos padecimientos se expresaban con una anormal excitación extrema y/o una tristeza paralizante.
La esencia del nuevo desorden era su cualidad ilusoria, o sea, la incapacidad de distinguir entre el mundo interior y el exterior. No es casual que frases como "perder la razón" (losing one’s mind) o "no ser uno mismo" (not being oneself) tienen su origen en la Inglaterra del siglo XVI, como forma de definir esta forma de desadaptación e incapacidad social.
Ninguno de los términos del extenso vocabulario médico de la época (que incluía a numerosas categorías de enfermedades mentales) era aplicable a esta la nueva enfermedad, tampoco podía ser tratada con los mismos medios con que se atendían las enfermedades mentales conocidas hasta ese momento. Por tanto se requiere un nuevo término, se la llamó "locura" (madness), muchas de las personas diagnosticadas con este mal son internadas en el Hospital de Bedlam, el primer hospital psiquiátrico de Europa, es precisamente allí dónde se hacen los primeros estudios referidos a la especialidad médica que posteriormente se llamará "psiquiatría" y hasta se realizó una legislación especial en relación a esta nueva enfermedad.
Recién tres siglos más tarde será clasificada en los distintos síndromes de la esquizofrenia y los trastornos afectivos o de estado de ánimo (los depresivos y los bipolares).