Si bien dependemos tanto de la visión como de la audición para interactuar con nuestro medio ambiente, por lo general, se considera a la ceguera como una discapacidad mayor que la sordera.
Cuando perdemos la audición, al menos podemos ver el mundo que nos rodea, además de aprender el lenguaje de señas o lectura de labios para comunicarnos. Y si bien la ceguera deja nuestra capacidad lingüística intacta, nuestra movilidad e independencia se ven afectadas en gran medida.
A pesar de ello, las personas ciegas de nacimiento no piensan en la ceguera como una discapacidad, al no tener memoria de la visión no entienden la ceguera como un impedimento y, de alguna forma, estas personas aprenden a "ver" con sus oídos.
Algunas investigaciones con técnicas modernas como las imágenes de resonancia magnética en individuos ciegos de nacimiento, han podido constatar que estas personas utilizan los sonidos del entorno para crear imágenes tridimensionales en sus cerebros, estas imágenes son ricas en formas y texturas. Incluso no sólo pueden percibir lo que está delante de ellos, sino también que lo que hay detrás, algo nada fácil para una persona con visión. Por tanto, para las personas con deficiencia visual, la audición cobra una relevancia crítica.
De igual forma, ante una deficiencia auditiva, será la visión quien dominará la experiencia consciente. La audición será relegada a un papel secundario, casi exclusivamente para supervisar las amenazas del entorno.
Sin embargo, las personas con pérdida auditiva severa necesitarán valerse de la visión, tanto para la atención enfocada como para la vigilancia del medio. Como resultado, los cerebros de las personas sordas con un solo golpe de vista procesan más información, que lo que una persona oyente puede hacer. Esta ampliación de la percepción visual tiene consecuencias inesperadas.
Es sabido que las tasas de alfabetización entre las personas sordas son mucho menores que el resto de la población. Esto es especialmente cierto para aquellos individuos cuya lengua materna es el lenguaje de señas. Después de todo, cualquier lengua, inglés, español, etc. es un lenguaje extraño para ellos, si se les pide leerlo sin dominarlo.
Sin embargo, alrededor del 5% de los adultos sordos son excelentes lectores, es más, lo hacen a una mayor velocidad que una persona oyente y con el mismo nivel de comprensión. ¿Por qué ocurre esto? Dado que las personas sordas desarrollan volúmenes más amplios de percepción visual, cada vez que miran algo o leen asimilan más información, como resultado de esto, pueden leer más rápido.
Nuestra intuición nos dice que los sentidos son flujos separados de información. Vemos con los ojos, oímos con nuestros oídos, olemos con la nariz, etc.
En la actualidad, sin embargo, sabemos que el cerebro utiliza la información (muchas veces imperfecta) de cada sentido para generar una realidad que llamamos conciencia. Esa es la mejor conjetura que puede hacer nuestro cerebro sobre el mundo que nos rodea.
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