Es probable que los hombres de hoy se estén enfrentando a un nuevo reto: como hacer para encajar en una sociedad que promueve el intercambio de roles de una manera sin precedentes. Todo esto en un marco cultural que estigmatiza la competitividad, la agresividad y la avidez sexual, es decir, los mayores rasgos masculinos durante la evolución de la especie.
En lo que podría describirse como una mecánica de "formación reactiva", algunos hombres están definiendo su masculinidad en algo que decididamente no es, más que nada en pos de satisfacer ciertas expectativas sociales.
Tomemos como ejemplo el trabajo realizado por la fotógrafa Reesee Zigga, la cual solicitó a un grupo de hombres asistentes a una conferencia en Toronto (Canadá), completar la frase de un cartel y posar para su cámara. El letrero en cuestión decía "la cosa más viril de mí es..." y cada uno podía rematar la frase a su gusto.
Una cosa sorprendente es que la mayoría de los hombres respondieron con atributos más asociados con la feminidad, por ejemplo, "mi corazón", "mi capacidad de demostrar emociones", "llorar", "mi vulnerabilidad", "mi alma", etc.
Si bien no cabe duda que estas personas deben estar describiendo aspectos reales de sus personalidades, también es razonable pensar… ¿son realmente estos los rasgos más viriles de estos hombres? Más bien parecen estar haciendo caso omiso a sus "lados masculinos".
Ahora, aclaremos algo antes de las mal interpretaciones, es fantástico que muchos hombres hoy sean capaces de identificarse con los aspectos más sensibles de sus identidades. Hace tan sólo algunas décadas, ante esta situación, ese individuo seguramente sería blanco de burlas y desaprobación social por parte de otros hombres.
Sin embargo, junto a esta tendencia de hombres que abrazan su lado más tierno, también surge la demonización de rasgos tradicionalmente masculinos, por ejemplo, la competitividad, el proteccionismo, el apetito sexual, la asertividad, la independencia y así sucesivamente.
Por supuesto que estas características no son necesariamente patrimonios exclusivamente masculinos, ni son necesariamente carencias femeninas. De hecho, hoy muchas mujeres experimentan algunas de estas características más que muchos hombres, la independencia por ejemplo, un rasgo marcadamente masculino a lo largo de la historia.
Sin embargo, también es cierto que los rasgos anteriormente mencionados, los podemos ver significativamente más en hombres que en mujeres, una distinción que persiste a través de la cultura, la historia, e incluso las especies.
Lo cierto es que los hombres, como grupo, encarnan las características masculinas con mayor frecuencia y en mayor medida que las mujeres. Y ya sea que estemos hablando de masculinidad o feminidad, no hay nada inherentemente bueno o malo, mejor o peor, en la expresión de cada género.
En realidad, lo que está en juego es la aceptación, la comprensión y la gobernabilidad de los hombres de su propia naturaleza, así como un reconocimiento individual y social de lo que realmente significa la virilidad. Cuando un hombre no puede admitir que lo “más viril” de él es su apetito sexual o el anhelo de ser mejor que el tipo de al lado, es porque está negando su propia esencia.
O sea, aceptar que se es altamente competitivo no significa que la persona tiene que dar por sentado que debe tratar continuamente de superar a la gente que le rodea. Muy por el contrario, al aceptar que la competitividad es una gran motivación en su vida, el individuo puede aprender cuándo y cómo hacer uso de dicha capacidad. Es decir, al conocer y aceptar los aspectos de su masculinidad (incluso los potencialmente problemáticos), el hombre (como ser individual) ganará en autocomprensión y en el relacionamiento con los demás.
Pero aquel hombre, que no esté dispuesto a admitir que es un ser competitivo, fuertemente sexual, agresivo y protector, está sacrificando su capacidad de controlar y hacer uso de algunas características fundamentales de su naturaleza.
Referencia: http://goodmenproject.com/featured-content/whats-the-manliest-thing-about-you-hesaid/