Cuando hacemos algo mal, existen dos reacciones típicas y que van en direcciones opuestas. Por un lado es posible que deseemos ocultar los hechos, si nadie se entera podemos hacer de cuenta que nada ha ocurrido. La otra, que queramos confesar lo que hemos hecho mal.
Sin embargo, también existe la posibilidad intermedia, la verdad a medias. O sea, reconocer que algo se hizo mal pero no admitir toda la extensión de la misma. Obtener el beneficio de la admisión del hecho, pero al mismo tiempo hacer que la transgresión parezca menos grave de lo que ha sido.
Una investigación publicada en mayo del año pasado en la revista “Journal of Personality and Social Psychology” sugiere que decir una verdad a medias es, en realidad, peor que una confesión completa o no confesar nada.
La investigación
La primera parte del estudio consistió en una aplicación tecnológica donde un grupo de personas previamente seleccionadas tiraban una moneda virtual prediciendo antes que cara saldría. Se les pidió a los participantes que tiraran la moneda diez veces, luego se les dijo que reportaran el número de aciertos (se les pagaba un dólar por cada acierto).
Aunque los participantes no lo sabían, sus predicciones y lanzamientos de monedas estaban siendo controlados, por lo que los investigadores sabían si una persona en particular estaba diciendo la verdad o no.
El resultado fue que el 35% de los participantes mintieron en la cantidad de aciertos.
En la segunda parte del estudio, se les dio la oportunidad a los participantes de confesar si habían hecho trampa. Se les informó que no habría consecuencias negativas por admitir el engaño y que cobrarían en base a lo que informaron previamente, aunque ahora aceptaran que habían mentido.
Sólo el 18% de las personas que habían mentido dijo la verdad, pero además, hubo un 10% de personas que habían mentido y que disminuyeron su número de aciertos, pero siguieron sin decir la verdad.
Posteriormente a cada participante se le realizó un test para calificar su estado de ánimo al final de estudio. Como era de esperar, los participantes que no engañaron en ningún momento tenían los niveles más bajos de sentimientos negativos. En segundo lugar estaban los que mintieron y no confesaron en absoluto que habían engañado. Y en último lugar los que primero mintieron, y después a pesar de haber admitido su engaño siguieron sin decir la verdad, éstos fueron los que experimentaron un mayor sentimiento negativo.
¿Por qué las verdades a medias fomentan una mayor negatividad?
¿Por qué decir una verdad a medias genera emociones más negativas, más aún que no admitir nada? Una de las razones principales es que las discrepancias entre lo que pensamos y lo que decimos son a menudo incómodas para nuestro cerebro. Eso provoca que la persona centre más su atención en lo que hizo mal, más incluso que en una mentira no confesada.
Tal vez, otra de las causas es que una confesión completa también ayude al transgresor a olvidar los detalles de lo que hizo mal y de esa forma seguir adelante con su vida.