A todos nos ha pasado, en una discusión personal o grupal, estresarnos al tratar de defender nuestra posición sobre un determinado tema y levantar la voz al empezar a sentir que estamos perdiendo terreno. Tratamos de convencer con vehemencia a la otra parte de nuestros puntos de vista. En ese momento, en términos de neuroquímica, nuestro cerebro ha sido anegado.
En situaciones de mucho estrés, miedo o desconfianza, la hormona cortisol inunda el cerebro. Las funciones que nos ayudan en los procesos de pensamientos más desarrollados como la elaboración de estrategias o la estimulación de compasión y confianza, quedan anuladas y es la amígdala, nuestro cerebro instintivo, quien toma el mando.
Luchar por nuestros puntos de vista
¿Por qué lidiamos tanto por nuestras apreciaciones? En este punto, nuestro organismo lo que hace es una elección química sobre la mejor forma de defenderse a sí mismo de cuestiones como la pérdida de poder o de la vergüenza. Y como resultado, es incapaz de regular sus emociones o manejar las brechas entre las expectativas y la realidad.
1.) Seguir discutiendo.
2.) Hacer las paces con la otra parte (quizás porque llegamos a un acuerdo).
3.) Retirarse de la discusión.
4.) Sumarse al grupo mayoritario o de consenso (en una discusión grupal).
Si bien los cuatro ejemplos son todos perjudiciales porque impiden el intercambio productivo y honesto de opiniones e información, la primera es, por lejos, la más perjudicial. También es lamentablemente la más común, debido en parte a otro proceso neuroquímico.
Cuando "ganamos" una discusión, nuestro cerebro se 'inunda' de hormonas, por ejemplo, de adrenalina que nos hace sentir bien, dominantes, no en vano se la reconoce como la hormona de las emociones, y de dopamina que es la hormona de la 'recompensa', por lo que sentimos un estado de bienestar al sabernos triunfantes.
Así que la próxima vez que estemos en una discusión, trataremos por todos los medios de tener razón, porque la sensación de bienestar y de sentirse dominante, es algo que al cerebro le agrada... y mucho.
Incluso personas increíblemente inteligentes y exitosas caen en esta disyuntiva, son muy buenos defendiendo sus puntos de vista, y sin embargo, también son completamente conscientes del efecto que su comportamiento tiene en la otra parte, es decir, si una persona se siente dominada en una discusión, seguramente experimente alguna de las cuatro alternativas que hemos visto antes, lo que disminuye sus impulsos de cooperación.
Pero por suerte, existe otra hormona que nos puede hacer sentir tan bien como la adrenalina: la oxitocina, que se activa mediante la vinculación humana y abre las redes de nuestro cerebro ejecutivo (corteza prefrontal) lo que aumenta nuestra capacidad de diálogo y comprensión. Si su objetivo es tener una conversación constructiva, lo que debemos hacer es estimular la producción de oxitocina, tanto en nosotros como en la otra parte, evitando los picos de cortisol y adrenalina que nublan la capacidad de razonamiento de ambos lados.
¿Cómo podemos estimular la oxitocina? Muy fácil, hablando menos y escuchando más. Cuando más se sabe acerca de la perspectiva de la otra parte, más posibilidades hay de sentir empatía hacia ella. Y cuando usted extiende esa empatía hacia los demás, lo mismo se hará con usted, creando un círculo virtuoso. La oxitocina eleva la capacidad de unidad, abre nuestra disposición a escuchar y cuando la confianza nos conecta con otros, nuestro cerebro toma la decisión de asociarse, en vez de protegerse. En tal caso, la estrategia por defendernos da paso a la estrategia de co-crear.