A diario debemos tomar decisiones que determinan y condicionan nuestro futuro, no solo para nosotros mismos, sino que también para nuestro entorno.
La psicología social ha identificado que las decisiones que tomamos están fuertemente influenciadas por cinco preocupaciones principales: la impotencia, la vulnerabilidad, la injusticia, la desconfianza y la superioridad.
Estas cinco inquietudes fundamentales, van cimentando nuestras percepciones y acciones, sirviendo como guías persuasivas del mundo que nos rodea. Su impacto se deja sentir en casi todas partes: en nuestro hogar, en el trabajo, en la comunidad en que vivimos, etc.
Por desgracia, con demasiada frecuencia no reconocemos las diferencias. Veamos brevemente cada una de ellas.
1.) Impotencia
Nos esforzamos para evitar la experiencia de la impotencia, haciendo todo lo posible para controlar los eventos significativos en nuestra vida. Pero cuando creemos que nuestros esfuerzos son inútiles, la desesperación y la resignación pueden abrumar rápidamente el compromiso y la motivación.
De esta forma, nuestras percepciones pueden llevarnos por mal camino. En algunas situaciones, los reiterados reveses provocan que abandonemos nuestros objetivos antes de tiempo. Perdemos de vista los progresos ya realizados y descartamos la posibilidad de los futuros avances.
Por otro lado, hay momentos en los que sobrestimamos enormemente nuestras capacidades. Como resultado, podemos perseverar tercamente en la creencia de que estaríamos mucho mejor, si siguiéramos rutas alternativas.
2.) Vulnerabilidad
La preocupación por la seguridad es fundamental para la forma en la que evaluamos nuestra circunstancia. Esto no es sorprendente, sobrevivir es una prioridad obvia.
Por tanto, los esfuerzos para protegernos a nosotros mismos y a nuestro entorno, es el foco principal de nuestra atención.
Sin embargo, no somos particularmente buenos en hacer juicios sobre el riesgo, como resultado de ello, a veces descubrimos que desperdiciamos tiempo y recursos en precauciones muchas veces innecesarias. Por supuesto, estas lecciones son difíciles de aplicar porque también hemos aprendido que el hecho de no actuar con la debida precaución, puede tener efectos devastadores.
3.) Injusticia
Estamos fuertemente afectados por la percepción de injusticia, tanto en nuestra vida personal, como grupal. La mayoría de nosotros reaccionamos ante hechos ilícitos y exigimos corregir los errores y castigar a los que consideramos responsables.
Pero una vez más, nuestros juicios son falibles, en ambas direcciones. En algunos casos, nuestra percepción de maldad está equivocada, como cuando confundimos lo que es justo con lo que es perjudicial para nosotros, o cuando le echamos la culpa a la gente equivocada por la adversidad que enfrentamos.
En cambio, en otras ocasiones somos demasiado lentos en reconocer la legitimidad de las quejas de los otros, o en controlar a quienes cuyos actos injustos, han causado o causan gran sufrimiento.
4.) Desconfianza
Tenemos la predisposición a dividir el mundo en los que consideramos dignos de nuestra confianza y los que vemos con duda y sospecha. De esta forma esperamos elegir a nuestros aliados sabiamente, evitando daños de los que tienen intenciones hostiles o que simplemente, son poco confiables.
Sin embargo, también en este caso los errores son muy comunes. Actuando sobre la base de información que a menudo es incompleta y poco fiable, confundimos regularmente potenciales amigos con gente hostil, y como resultado, no obtenemos las vías de colaboración que esperábamos.
Pero al mismo tiempo, estamos muy familiarizados con las consecuencias dolorosas que pueden resultar, cuando crédulamente ponemos nuestra fe en las personas que abusan de nuestra confidencia, para sus propios fines.
5.) Superioridad
Somos rápidos para compararnos con otras personas o grupos. En muchos casos, esperamos poder confirmar o demostrar que, de alguna manera somos mejores. Tal vez en nuestros logros, en nuestros valores o en nuestro destino. Y para reforzar esta auto- imagen positiva, a veces optamos por centrarnos en lo que consideramos lo peor de los demás.
Pero estos juicios pueden resultar problemáticos. La percepción de los demás como inferiores a menudo conduce a conflictos destructivos y narcisistas. Las convicciones de superioridad preparan el escenario para actos de abuso y humillación que van en contra de la ética humana básica.
Al mismo tiempo, el orgullo excesivo y el abuso de confianza, tienden a fomentar una limitación peligrosa, que puede producir resultados desastrosos en el individuo.
Para finalizar…
Muchas veces la causa de nuestras preocupaciones son genuinas, pero también, muchas otras veces, construimos defensas contra amenazas fantasmas que nunca llegan a concretarse y que en el camino, nos generaron situaciones de angustia.
En ambos casos, es bueno analizar con cual de éstas cinco causas está emparentada nuestra preocupación, quizás de esa forma, podamos comprender mejor la raíz de nuestros agobios.