Desde el principio, nuestro aprendizaje está asentado en habilidades como la lectura, escritura, ciencias, matemáticas y algún idioma, probablemente inglés. Pero prácticamente se deja de lado una parte notable de nuestro intelecto: la inteligencia espacial.
La educación primaria está diseñada para estudiantes que son buenos fundamentalmente en lectura, escritura, matemáticas y algo más. Por tanto, esto es genial para niños que tienen fluidez en los sistemas de símbolos, números y letras.
Pero ¿qué ocurre con el chico que es un genio de la mecánica, ese que puede desmontar y armar de nuevo prácticamente cualquier cosa, pero que en realidad, tiene poco interés por palabras o números? ¿Hay un lugar para estos niños en el sistema escolar?
¿Valoramos el talento de este individuo tanto como el de los estudiantes que pueden escribir composiciones convincentes o resolver ecuaciones matemáticas?
Tendemos a valorar a las personas que pueden escribir, leer, hablar o resolver ejercicios matemáticos. Pero si un estudiante no puede hacer estas cosas tan bien, seguramente será muy difícil reconocer lo brillantes que algunos de ellos podrían llegar a ser.
Por el año 1920, Lewis Terman, el pionero de la psicología educativa estadounidense, intentó identificar a los niños más inteligentes de las escuelas de California. Para ello, creó una serie de pruebas que posteriormente se conocerían como el "Test de Terman" uno de los exámenes pioneros para evaluar el coeficiente intelectual de las personas. Hubo el caso de dos niños que realizaron el test pero no formaron parte de los alumnos destacados, estos chicos eran William Shockley y Luis Álvarez, quienes con los años ambos estudiaron física. Shockeley obtuvo el Premio Nobel de Física en 1956 por sus investigaciones sobre semiconductores y la invención del transistor. Álvarez recibió el Premio Nobel de Física en 1968 por el desarrollo de la cámara de burbujas de hidrógeno líquido.
¿Por qué ni Shockeley ni Álvarez lograron destacarse en el Test de Terman? Sencillamente porque en dicho test no existía ninguna prueba de inteligencia espacial.
Después de todo, la mayoría de los grandes inventores no diseñaron los dispositivos escribiendo un ensayo sobre el tema, ni siquiera mediante la resolución de alguna ecuación matemática. Más bien lo imaginaron, lo dibujaron y lo construyeron. Por ejemplo, Nikola Tesla, el inventor que sentó las bases de los sistemas modernos de energía eléctrica, se dice que era capaz de visualizar un motor completo trabajando en su mente y de advertir que pieza se rompería primero.
Por tanto, ¿qué podemos hacer para que estas personas no tan buenas en matemáticas o en su forma de expresar, pero con una inteligencia espacial formidable, puedan desarrollar sus talentos? Sin dudas que la respuesta pasa por identificarles y por el diseño de plataformas educativas que se adapten a sus habilidades.
El dispositivo en el que usted está leyendo este artículo, fue creado por ingenieros que hicieron un uso fenomenal de su inteligencia espacial. Seguramente debe haber muchos niños ahora mismo con un potencial de diseñar, en un futuro no muy lejano, cosas asombrosas que podrían mejorar la vida de mucha gente. Tenemos que aprender a valorar estas preciosas mentes.