Todos tenemos malos hábitos, normalmente somos más consientes de unos que de otros.
Si usted alguna vez, ha tratado de modificar un mal hábito de comportamiento, como ser dejar de fumar o de comerse las uñas, sepa que los hábitos emocionales son mucho más difíciles de cambiar.
No sólo son más difíciles de corregir, sino que también son más perjudiciales para nuestra salud mental.
Una de las razones por las que mantenemos estos hábitos a pesar del daño que nos causan, es que estamos convencidos de que tiene algún beneficio.
Nuestros malos razonamientos permiten minimizar o ignorar el impacto negativo.
Por lo tanto, con el fin de modificar estos hábitos perjudiciales, lo primero que hay que hacer es darse cuenta del daño que hacen.
Aquí una lista de los que se cree son los 5 más comunes:
1.) Ser autocrítico cuando nuestra autoestima está baja
El hábito emocional más común y más dañino que tenemos, es emplear el diálogo interno negativo cuando nuestra autoestima ya está sufriendo.
A veces respondemos al rechazo, a un fracaso u otros golpes con un diálogo interno que es duro e incluso abusivo.
Racionalizamos este maltrato a nuestra autoestima diciéndonos a nosotros mismos que nos lo merecemos e incluso podemos creer que nos estamos preparando para futuras decepciones. Esto desmorona nuestra confianza y nos hace pensar lo difícil que es tener éxito, en esencia, lo que estamos creando es una profecía auto incumplida.
2.) Nos (mal) analizamos después de un fracaso
Una de las respuestas más comunes a un fracaso, es convencernos de que a pesar de que hemos tratado, nuestro objetivo es imposible de alcanzar y que nuestras posibilidades de hacerlo en el futuro son escasas.
Creemos que esto es sólo ser realista y que es prudente reducir nuestras expectativas para evitar la decepción que inevitablemente va a venir. Sin embargo, esos pensamientos no son ni realistas ni prudentes, ya que en ese momento estamos más propensos a sucumbir a las distorsiones de la percepción que se activan después de un fracaso.
En lugar de caer en esos temores y dañar nuestra motivación, así como las posibilidades de éxito futuro, debemos tener una mente abierta y una actitud mental positiva. Entonces podremos analizar nuestro fracaso, identificar todas nuestras áreas de debilidad y planear maneras de fortalecer, administrar o trabajar alrededor de ellas en el futuro.
3.) Empujar a las personas lejos cuando nos sentimos deprimidos
La soledad tiene un impacto devastador en nuestra salud mental y física.
Uno de los hábitos más comunes que desarrollamos cuando estamos deprimidos es empujar inconscientemente a las mismas personas con las que deberíamos forjar más conexiones personales.
Lamentablemente, no nos damos cuenta como en nuestro intento de evasión, terminamos alejando a gente que quizás por nuestra cercanía sepa de nuestra condición y que podría ser de gran ayuda en ese momento.
4.) Distanciarnos cuando nos sentimos culpables, en vez de reparar la relación
El sentimiento de culpa se presenta cuando tenemos la sensación de haber hecho algo que pudo haber causado daño en otra persona. Para aliviar nuestra culpa evitamos cruzarnos con esa persona.
Lo mejor, sin dudas, es pedir disculpas y reparar cualquier daño que pudiéramos haber causado.
Pero la realidad indica que muchas veces las disculpas son insuficientes, como resultado, la tensión permanece. Tendemos a racionalizar nuestro comportamiento diciéndonos a nosotros mismos que ya nos hemos disculpado (aunque mal) y por lo tanto la tensión actual, es culpa de la otra persona.
No nos damos cuenta que nuestra disculpa fue deficiente, ya que seguramente carecía de una declaración de empatía más clara y por lo tanto, no hemos podido transmitir a la otra parte como nuestras acciones afectaron a esa persona desde su perspectiva.
5.) Convivir con un sufrimiento
Cuando algo nos molesta excesivamente, es natural tratar de entender lo que pasa o pasó y buscar posibles soluciones. Pero a menudo nos limitamos a los hechos y tenemos los mismos pensamientos y los mismos sentimientos, una y otra vez.
Esto crea progresivas preocupaciones y obsesiones. A su vez, provoca reacciones en el organismo, por ejemplo: estrés, que con el tiempo puede desembocar en un posible episodio de depresión. Y con ello caer en problemas como trastornos en la alimentación, insomnio, alcoholismo o enfermedades cardiovasculares.
Para terminar…
Si logramos darnos cuenta, el daño que nos hacen los malos hábitos emocionales, vamos a ser capaces de luchar contra ellos y reemplazarlos por hábitos más saludables, que promuevan nuestra salud psicológica y la capacidad de recuperación a nivel anímico.