En determinadas situaciones, el ser humano tiene una tendencia bien marcada a considerarse mejor que la media, por ejemplo, al conducir un vehículo. Esto también se aplica a nuestra propia moralidad, más fuertemente que a otros aspectos de nosotros mismos. Una nueva investigación muestra lo irracional de este comportamiento.
Existen algunos contextos donde tiene sentido ver tus propias cualidades como excepcionales. Lo más obvio es cuando hay una comprobación clara, por ejemplo, si tu Coeficiente Intelectual es de 140, cuando el promedio general es de 100.
La segunda, es cuando te crees que eres bueno en un rasgo, que no debería ser normal en los demás. Es decir, si a mi me parece que tengo una fuerza física peculiar, no tiene sentido asumir que todo el mundo tiene esa habilidad también.
Pero en otros contextos, es irracional suponer que algunas de nuestras habilidades son inusuales. Imaginemos que una persona siente un cariño especial por los perros, sabiendo que una gran cantidad de gente tiene una afición por los animales, que dicha persona presuma que es particular en esa área sería irracional. En estos casos, tendría más sentido obviar su propia clasificación o conceder altas estimaciones a todo el mundo. Este equilibrio se denomina proyección social: si yo lo hago bien, probablemente la mayoría de la gente lo haga bien también.
Una investigación
La pregunta que propone una reciente investigación sobre este tema es, en comparación con otros rasgos, ¿cómo vemos nuestra propia moralidad? Si la percibimos como especial o como en el ejemplo del apego canino, es decir, socialmente proyectamos y asumimos que los demás son como nosotros.
Los investigadores reclutaron a 270 participantes y les solicitaron que se calificaran a sí mismos y a la persona promedio sobre 30 rasgos. Dichos rasgos estaban divididos en tres partes: moralidad (honestidad, principios, etc.) sociabilidad (amabilidad, comunicación con los demás, etc.) y capacidad (trabajador, cualificación, etc.)
Los autores calcularon las proyecciones que hicieron los participantes de sí mismos y del promedio en cada uno de los rasgos. Lo que los investigadores sabían de antemano era que los participantes, si actuaban de manera lógica, cuanto más alto se clasificaban ellos en un determinado rasgo, entonces, mayor calificación debería recibir la persona promedio en dicho rasgo.
En general, los participantes actuaron con proyección social, salvo en el ámbito de la moralidad, donde los puntajes fueron notoriamente más altos que el promedio. Por ejemplo, en el rasgo "confiabilidad" los individuos se calificaron con una media de 6.1 mientras que al promedio le otorgaron sólo 4.3.
Otros rasgos como la amabilidad y la competencia también fueron muy apreciados, pero no se inflaron sus puntuaciones de la misma manera. Es decir, somos especialmente propensos a considerarnos como moralmente superiores.
Desde el descubrimiento de este tipo de "ilusiones positivas", los investigadores habían deducido que éstas tendían a apuntalar nuestro bienestar. Sin embargo, en los estudios más recientes, estas mejoras irracionales de superioridad moral no están asociadas con una mayor felicidad o autoestima. Tal vez, lo que buscamos es que el sentimiento de superioridad moral nos otorgue cierto sosiego mental, pero, en última instancia, esto no ocurre. Algo para tener en cuenta en los tiempos que corren.
Referencia:
http://spp.sagepub.com/content/early/2016/10/06/1948550616673878.abstract
No hay comentarios:
Publicar un comentario