Una de las cosas difíciles que los niños pequeños tienen que hacer es averiguar la naturaleza de las distintas cosas. Esto es una tarea realmente compleja. Ellos tienen que aprender que los objetos como sillas, mesas o automóviles ocupan un espacio físico y están hechos de materiales y piezas. Estos objetos no se mueven por su cuenta sin ser controlados por alguien, y no tienen pensamientos ni sentimientos.
También tienen que aprender que los animales se mueven por su cuenta y tienen pensamientos y sentimientos. Además, los niños deben asimilar que las personas utilizan el lenguaje y que razonan mediante pensamientos sofisticados.
Por otra parte, existen objetos complejos, como los robots, que parecen tener algunas propiedades de los objetos, pero también otras de personas y animales. Es decir, se mueven por sí solos y hasta parecen percibir el entorno, pero no pueden pensar ni tener sentimientos.
¿Cómo imaginan los niños los objetos complejos?
¿De qué manera perciben los niños estos objetos complejos? Esta pregunta fue motivo de una reciente investigación llevada a cabo en la Universidad Politécnica de California.
En dicho estudio, un grupo de niños de ambos sexos de 3 a 5 años acompañados por alguno de sus padres, jugaron durante diez minutos con un coche de juguete, un ratón de verdad que estaba dentro de una jaula y un robot con forma de perro. Durante ese lapso, se registró el comportamiento del niño y lo que hablaba con su padre o madre.
Posteriormente, tanto a los niños como a padres se les hicieron una serie de preguntas acerca de si cada uno de esos objetos tenían propiedades biológicas, por ejemplo: ¿puede crecer?, o propiedades sensoriales: ¿puede ver?, o propiedades psicológicas: ¿puede pensar?
Básicamente, el lenguaje que los niños utilizaron para hablar con sus padres acerca del coche de juguete estaba centrado en sus propiedades físicas (tamaño, color, etc.). En el caso del ratón, el lenguaje estaba más orientado hacia sus propiedades biológicas (respiración, audición, etc.). En cambio, en el caso del robot, ambos tipos de propiedades fueron abordadas.
Cuando se les preguntó a los padres acerca de las propiedades del robot, éstos tendieron a tratarlos como un objeto. Esto significa que, por lo general, negaron que el robot tuviese propiedades biológicas o psicológicas, y pocos de ellos otorgaban capacidades sensoriales.
Los niños actuaron de manera diferente. Los de tres años de edad tendían a asumir que tanto el coche de juguete como el robot tenían algunas propiedades psicológicas y sensoriales. En cambio, los niños de cinco años reconocieron que el juguete no tenía habilidades psíquicas o sensoriales. Sin embargo, consideraban que el robot sí tenía alguna de estas capacidades.
Aunque la interacción entre padres e hijos con cada uno de los ejemplos (juguete, ratón y robot) fue breve, hubo alguna relación entre lo que los padres y niños hablaron y las creencias que los niños expresaron posteriormente. En particular, los más pequeños eran más propensos a asumir que el perro robot tenía sentido sensorial y algunas habilidades psicológicas cuanto más hablaron de estas propiedades con sus padres. Estos resultados sugieren que los niños aprenden de otras personas acerca de aquellas propiedades que no pueden advertir directamente.
En última instancia, los niños aprenden acerca de los objetos en su mundo, tanto mediante la interacción con las cosas, como mediante la interacción con sus tutores, además de verlos retratados en historias, televisión, etc.
Los niños pueden ser capaces de explorar algunas de las propiedades físicas de los objetos por sí mismos, pero necesitan la ayuda de otras personas para ayudarles a entender muchas propiedades no observables. En este contexto, los robots son un tipo particularmente interesante de objeto, ya que tienen propiedades físicas de objetos, pero también actúan como animales y seres humanos.
Referencia:
http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0885201416300168
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