Nuestras emociones, como por ejemplo las (a veces) desmedidas sensaciones de miedo que sentimos los seres humanos, son el resultado de millones de años de evolución que fueron dando forma a nuestra especie, convirtiéndonos en lo que actualmente somos.
Mirando nuestro pasado ancestral sin duda que podemos obtener valiosa información sobre la naturaleza humana, pero algunas de nuestras creencias acerca de los primeros pobladores humanos de la tierra no son siempre las correctas. En los últimos tiempos hemos visto asiduamente en diferentes películas, a aquellos primeros humanos como hábiles y agresivos cazadores empuñando lanzas contra los mamuts en la nieve.
Pero la investigación científica nos dice otra cosa: que los primeros hombres que poblaron la tierra eran presas fáciles y que, en realidad, lo más probable es que ellos fueran los cazados.
Pensemos por un momento que los primeros humanos convivieron con enormes hienas de cerca de 200 kilos o con el temible Smilodón, también conocido como "el tigre dientes de sable" y una enorme variedad de otros tipos de depredadores. En cambio, los humanos no tenían colmillos, ni garras, su piel era fina y los medios de defensa muy escasos, todo esto los convertía en presas fáciles para los depredadores.
Por ejemplo, en su libro "Primates, depredadores y evolución humana" el Dr. Robert Sussman, profesor de antropología de la Universidad de Washington escribe que "Hace alrededor de 5 a 3 millones de años, cuando los homínidos se estaban volviendo humanos y medían aproximadamente unos 130 centímetros, el mundo debió haber sido un lugar bastante aterrador.
En aquella época, los depredadores eran tres veces más grandes y diez veces más abundantes que ahora. Una consecuencia de ello es que los actuales estudios a restos fosilizados de diferentes depredadores, como leones, hienas o tigres, muestran signos de abundante depredación a seres humanos, nada menos que el 6,5 % de los restos fósiles de animales presentan signos de depredación a humanos".
Todo esto dejó una profunda huella en nuestra naturaleza, los depredadores ya no son una gran amenaza para la mayoría de nosotros hoy en día, pero aún conservamos un miedo profundamente arraigado hacia ellos, que por ejemplo, la industria cinematográfica explota al máximo. Los depredadores tocan un nervio sensible en nosotros, un miedo que se remonta a millones de años.
Uno de los resultados más profundos de este temor fue nuestro desarrollo como primates sociales. En la cantidad hay más seguridad, esta es la razón por la que muchos animales viven en grupos, incluidos todos los grandes primates. Los chimpancés, los babuinos, los gorilas y otras especies de primates viven en grupos sociales de diferente tamaño y los miembros de estos grupos interactúan para protegerse de los depredadores.
Hoy en día vivimos en grandes comunidades de miles o millones de personas. Ser seres sociales ha sido tremendamente importante para nosotros, y una gran medida de lo que somos es debido a la amenaza que ejercieron los depredadores, esos mismos que hasta el día de hoy nos despiertan un cierto temor con sólo verlos.