Una correlación o paralelismo es una relación entre dos o más cosas, mientras que la causalidad es una relación en la que un evento en particular es la consecuencia directa de otro. Sin embargo, en ocasiones los seres humanos somos propensos a mezclar o confundir ambos conceptos.
Dos cosas pueden parecer estar correlacionadas cuando, en realidad, no hay una conexión real entre ellas, por ejemplo, se dice que durante los últimas décadas el precio del oro y el nivel del agua en Venecia aumentaron en forma proporcional, el problema es que no hay nada que nos haga pensar que el aumento del nivel del agua en la ciudad de los canales y las góndolas tenga algo que ver con el precio del oro.
¿Pero qué ocurre cuando dos eventos están asociados por alguna aparente causa común? En este caso, necesitaríamos un experimento para probar la causa y efecto, pero esto rara vez ocurre, por tanto, a falta de experimentos no queda otra alternativa que interpretar alguna evidencia colateral.
El campo de la reproducción humana es abundante en ejemplos de paralelismos que se equiparan con la causalidad. Veamos tres ejemplos:
Cigüeñas y natalidad
En la antigüedad en Alsacia, región al este de Francia, se creía que las cigüeñas (abundantes en esa zona) estaban vinculadas con la natalidad, porque en los lugares donde más cigüeñas había más niños nacían, la gente de la región creía realmente que estas aves tenían alguna conexión con los índices de natalidad, la convicción era tan fuerte que los lugareños aseguraban que las "cigüeñas traían a los niños" fábula que, como todos sabemos, dura hasta nuestros días.
Obviamente, la explicación a esto es más simple, las cigüeñas utilizaban las chimeneas de las casas para construir sus nidos, en los pueblos más grandes hay mayor cantidad de casas, por lo tanto de chimeneas, también en los pueblos más grandes generalmente nacen más niños. El factor preponderante era el tamaño de los pueblos y la cantidad de chimeneas y no que las cigüeñas influyeran en la natalidad.
Período seguro
Otro ejemplo se deriva de la observación de que las mujeres que no menstruaban no quedaban embarazadas, esto condujo a la creencia (predominante hasta la década del 30) que existía una relación de causalidad directa en la concepción, que resultaba cuando el semen se mezclaba con la sangre menstrual. Por tanto, se creía que el período menstrual era el período más fértil del ciclo de la mujer. Como consecuencia de esto y para prevenir embarazos, durante mucho tiempo se aconsejó a las mujeres evitar el sexo durante la menstruación y se sugería la mitad del ciclo como el "período seguro".
Esta, sin dudas fue una de las causas que más debe haber contribuido a que hasta prácticamente la mitad del siglo XX, las familias fueran tan numerosas.
¿Concebimos más en verano?
Otra creencia es que tenemos más sexo y que concebimos más niños en verano.
Prácticamente en todas las poblaciones humanas se observan patrones de nacimientos que, con frecuencia, varían con el tiempo, incluso algunos investigadores han relacionado estos patrones a la variación anual de algunos factores ambientales, sobre todo los períodos de mejor clima y las épocas de mayores precipitaciones.
Pero la variación anual de precipitaciones, y más aún, de temperaturas en una región determinada, se mantienen prácticamente constantes a través de los años, por lo tanto, estos factores no pueden explicar las cambiantes épocas de nacimientos.
De hecho, las teorías modernas apuntan a una posibilidad bastante diferente: los patrones de nacimientos pueden haberse desarrollado a lo largo de nuestra evolución para que coincidan con las variaciones medias anuales de los diferentes factores del entorno. De ser así, la estacionalidad de las concepciones está impulsada por causas internas y no por condiciones ambientales.