Redes cerebrales y economistas impasibles


Los seres humanos tenemos dos redes cerebrales que son antagónicas, una se activa con la interacción social, la otra se activa con el razonamiento mecánico.
¿Qué tienen que ver los economistas?... ya lo veremos.


red cerebral economista

Hace unos años los científicos identificaron dos redes cerebrales opuestas: la Red Neuronal por Defecto (DMN, por sus siglas en inglés) y la Red de Atención Ejecutiva (EAN).
La red DMN esta activa cuando, por ejemplo, tenemos recuerdos personales, cuando imaginamos el futuro, cuando nos ponemos en el lugar de los demás, cuando soñamos despiertos, etc. En cambio la red EAN se activa cuando tenemos que ejercer el control sobre nuestra propia atención o sobre objetos físicos, por ejemplo esta red está muy activa cuando estamos en una entrevista de trabajo o realizando algún tipo de cálculo numérico.

La particularidad es que estas dos redes se oponen, o sea, cuando una red se activa, la otra se desactiva, es por ello que el cerebro no puede trabajar con razonamiento mecánico y social al mismo tiempo.


La investigación

Hace unos años y en el marco de un estudio sobre estas redes, investigadores de la universidad “Case Western” realizaron un experimento. Se les solicitó a un grupo de estudiantes que mirasen una película, las escenas de dicho film eran ricas en contenido emocional. Posteriormente a los mismos estudiantes se les solicitó que armaran distintas estructuras con piezas de Lego.
En ambas instancias, los cerebros de los participantes del estudio estaban escaneados por un equipo de resonancia magnética.

Lo que los investigadores comprobaron fue que, cuando los estudiantes observaron las imágenes con alta carga emocional, la red DMN se mostró intensamente activa, en contraste la red EAN estaba apagada. En cambio cuando armaban las piezas mecánicas, la red EAN era la que se mostraba activa.


Estos resultados apuntan a que tenemos dos versiones diferentes de la realidad externa y que estas dos redes están compitiendo a cada instante entre sí por el control de lo que percibimos.
O sea, tenemos básicamente dos modos distintos de pensamiento, uno que se centra en las interacciones sociales y emocionales, mientras que el otro que se enfoca en objetos inanimados y razonamientos mecánicos.

¿Cuándo funciona una red u otra?

La clave es el contexto cognitivo. Nuestra forma de reflexionar tiene un efecto poderoso en el cerebro. Cuando tenemos que razonar sobre situaciones emocionales, ya sea nuestras o de otras personas, el cerebro utiliza la red DMN, e inhibe a la otra. Cuando tenemos que razonar sobre objetos físicos, nuestro cerebro social se apaga.

Aunque como no todos somos iguales, hay individuos que tienen naturalmente una red más desarrollada que otra. Un ejemplo extremo son las personas con autismo que han demostrado tener una red DMN muy poco activa y una EAN hiperactiva, lo que les lleva a pensar demasiado en con cómo funcionan los objetos y a su vez, una gran carencia de emociones sociales.
En contraste a los autistas, están las personas con esquizofrenia que han demostrado tener una DMN hiperactiva y una EAN de escasa actividad.

Los investigadores también apuntan a que según su trabajo u ocupación, las personas tienden a impulsar mucho más una red que otra. Quienes tienen labores con alta carga social o emocional, potencian más la red DMN.
En cambio otras ocupaciones fomentan el desarrollo de la red EAN en detrimento de la otra, esto está en consonancia con estudios anteriores de porque algunas personas que ejercen determinadas profesiones como matemáticos, economistas, etc. tienen escasas cualidades empáticas y compasivas.


Conclusiones

El ser humano tiene la capacidad de modificar las redes cerebrales dependiendo del tipo de razonamiento mental que sea necesario para cada momento. Esto es muy positivo, ya que la mezcla de representaciones mentales podría conducir a la formulación de estrategias y maniobras equivocadas.

Pensemos que racionalmente sería una equivocación llevar a cabo acciones sobre un objeto inanimado solamente con el sentido de la compasión.
Este antagonismo entre nuestras redes cerebrales, refleja la elemental tendencia humana a diferenciar entre personas y objetos inanimados, tanto en nuestras actitudes como en nuestras interacciones.



Nuestros cinco peores hábitos emocionales


Todos tenemos malos hábitos, normalmente somos más consientes de unos que de otros.
Si usted alguna vez, ha tratado de modificar un mal hábito de comportamiento, como ser dejar de fumar o de comerse las uñas, sepa que los hábitos emocionales son mucho más difíciles de cambiar.


Peores hábitos emocionales

No sólo son más difíciles de corregir, sino que también son más perjudiciales para nuestra salud mental. Una de las razones por las que mantenemos estos hábitos a pesar del daño que nos causan, es que estamos convencidos de que tiene algún beneficio.
Nuestros malos razonamientos permiten minimizar o ignorar el impacto negativo.

Por lo tanto, con el fin de modificar estos hábitos perjudiciales, lo primero que hay que hacer es darse cuenta del daño que hacen.
Aquí una lista de los que se cree son los 5 más comunes:


1.) Ser autocrítico cuando nuestra autoestima está baja

El hábito emocional más común y más dañino que tenemos, es emplear el diálogo interno negativo cuando nuestra autoestima ya está sufriendo.
A veces respondemos al rechazo, a un fracaso u otros golpes con un diálogo interno que es duro e incluso abusivo.
Racionalizamos este maltrato a nuestra autoestima diciéndonos a nosotros mismos que nos lo merecemos e incluso podemos creer que nos estamos preparando para futuras decepciones. Esto desmorona nuestra confianza y nos hace pensar lo difícil que es tener éxito, en esencia, lo que estamos creando es una profecía auto incumplida.


2.) Nos (mal) analizamos después de un fracaso

Una de las respuestas más comunes a un fracaso, es convencernos de que a pesar de que hemos tratado, nuestro objetivo es imposible de alcanzar y que nuestras posibilidades de hacerlo en el futuro son escasas.
Creemos que esto es sólo ser realista y que es prudente reducir nuestras expectativas para evitar la decepción que inevitablemente va a venir. Sin embargo, esos pensamientos no son ni realistas ni prudentes, ya que en ese momento estamos más propensos a sucumbir a las distorsiones de la percepción que se activan después de un fracaso.
En lugar de caer en esos temores y dañar nuestra motivación, así como las posibilidades de éxito futuro, debemos tener una mente abierta y una actitud mental positiva. Entonces podremos analizar nuestro fracaso, identificar todas nuestras áreas de debilidad y planear maneras de fortalecer, administrar o trabajar alrededor de ellas en el futuro.


3.) Empujar a las personas lejos cuando nos sentimos deprimidos

La soledad tiene un impacto devastador en nuestra salud mental y física.
Uno de los hábitos más comunes que desarrollamos cuando estamos deprimidos es empujar inconscientemente a las mismas personas con las que deberíamos forjar más conexiones personales.
Lamentablemente, no nos damos cuenta como en nuestro intento de evasión, terminamos alejando a gente que quizás por nuestra cercanía sepa de nuestra condición y que podría ser de gran ayuda en ese momento.


4.) Distanciarnos cuando nos sentimos culpables, en vez de reparar la relación

El sentimiento de culpa se presenta cuando tenemos la sensación de haber hecho algo que pudo haber causado daño en otra persona. Para aliviar nuestra culpa evitamos cruzarnos con esa persona.
Lo mejor, sin dudas, es pedir disculpas y reparar cualquier daño que pudiéramos haber causado.
Pero la realidad indica que muchas veces las disculpas son insuficientes, como resultado, la tensión permanece. Tendemos a racionalizar nuestro comportamiento diciéndonos a nosotros mismos que ya nos hemos disculpado (aunque mal) y por lo tanto la tensión actual, es culpa de la otra persona.
No nos damos cuenta que nuestra disculpa fue deficiente, ya que seguramente carecía de una declaración de empatía más clara y por lo tanto, no hemos podido transmitir a la otra parte como nuestras acciones afectaron a esa persona desde su perspectiva.


5.) Convivir con un sufrimiento

Cuando algo nos molesta excesivamente, es natural tratar de entender lo que pasa o pasó y buscar posibles soluciones. Pero a menudo nos limitamos a los hechos y tenemos los mismos pensamientos y los mismos sentimientos, una y otra vez.
Esto crea progresivas preocupaciones y obsesiones. A su vez, provoca reacciones en el organismo, por ejemplo: estrés, que con el tiempo puede desembocar en un posible episodio de depresión. Y con ello caer en problemas como trastornos en la alimentación, insomnio, alcoholismo o enfermedades cardiovasculares.


Para terminar…

Si logramos darnos cuenta, el daño que nos hacen los malos hábitos emocionales, vamos a ser capaces de luchar contra ellos y reemplazarlos por hábitos más saludables, que promuevan nuestra salud psicológica y la capacidad de recuperación a nivel anímico.