Los adolescentes rechazan la comida chatarra si los alimentos saludables se enmarcan como un acto de rebeldía


Coca Cola, patatas fritas, hamburguesas, etc. se han transformado en componentes básicos de la dieta de muchos adolescentes. Como sabemos, la producción de comida chatarra se ha convertido en un negocio multimillonario. Estas empresas, muchas veces, lanzan costosas campañas publicitarias protagonizadas por estrellas del espectáculo o el deporte, que generalmente son los ídolos de aquellos jóvenes que tratan de atraer y que cada vez muestran más altas tasas de obesidad. Pero, ¿puede existir alguna forma de que los adolescentes rechacen este tipo de alimentos?


comida chatarra

Ahora, un estudio a gran escala publicado en PNAS, ha intentado un enfoque innovador para cambiar la actitud de los adolescentes hacia una alimentación más saludable, y los resultados son prometedores.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Chicago argumentó que los intentos anteriores no han tenido éxito debido a un simple defecto: se centran en un futuro más saludable, y al parecer, esto no es suficiente motivación para los adolescentes. Por el contrario, esta reciente investigación se apoya en el instinto de rebeldía y autonomía que poseen los jóvenes, además del valor que le dan a la justicia social.


El estudio

Los investigadores reclutaron a más de 500 adolescentes de entre 13 y 14 años de dos escuelas de las ciudades de Chicago y Texas. A un grupo de ellos (grupo de control) se les dio la charla tradicional que brinda la Salud Pública de Estados Unidos sobre este tema.
Por el contrario, otro grupo recibió una intervención de este innovador experimento. A este último grupo se le dio charlas sobre la industria alimentaria, más concretamente sobre las engañosas estrategias de manipulación que utilizan para hacer de la comida chatarra más adictiva y a presentar los productos como más saludables. La exposición también explicaba cómo las campañas publicitarias se dirigen específicamente a personas muy jóvenes y pobres, causando un daño a estos grupos más vulnerables. También se les hacía ver que la mejor forma de luchar contra estas empresas era comprando menos alimentos procesados.
Por último, se les pidió a los estudiantes que escribieran un ensayo sobre el tema, como forma de asegurarse que los adolescentes se identificaran con el mensaje.

Algunos días después, en un contexto aparentemente no relacionado, se les ofreció a todos los estudiantes una selección de aperitivos (se les dijo que era en recompensa por el duro trabajo durante el reciente período de exámenes). Los adolescentes del estudio prefirieron mayoritariamente las opciones más saludables, tales como frutas o agua. En cambio, los jóvenes del grupo de control eligieron principalmente refrescos y galletitas.

Como consecuencia, el grupo del estudio consumió, en promedio, unos 4 gramos menos de azúcar que el grupo de control. Esto equivale a una cucharada de azúcar y más del 10% de la ingesta diaria recomendada. Además, durante la semana siguiente, las cámaras de seguridad de las escuelas mostraron que estos jóvenes estaban notoriamente menos tentados a comprar refrescos azucarados.

Cabe destacar que los resultados del estudio tampoco encontraron diferencias significativas entre el grupo de control y estudiantes que no habían participado de ninguno de los dos grupos. Esto quiere decir que, solamente con educar a los adolescentes sobre los efectos para la salud de la comida chatarra, no parece dar ningún resultado.

Un dato importante es saber cuanto duró este efecto en los participantes: entre 2 y 10 días (siempre observando las compras que se hacían dentro de los establecimientos). Mientras que en algunos se extendió sólo un par de días, en otros fue más prolongado. Sin embargo, estos resultados muestran que es posible encontrar nuevos enfoques para reducir la alimentación poco saludable entre los jóvenes. Queda por saber si, en al menos algunos de ellos, este efecto tuvo una duración de largo plazo o si en todos los casos fue un efecto fugaz.
De cualquier modo, al menos ya sabemos que la asociación entre una dieta saludable y los valores propios de la adolescencia podría ser una vía favorable para prevenir la obesidad.


Referencia:
http://www.pnas.org/content/113/39/10830.full



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