La psicología evolutiva de la barba


Hace ya unos años que la barba se ha vuelto, otra vez, una moda entre muchos hombres. Hipsters, modelos, estrellas de Hollywood... seguramente este gusto continuará por un tiempo más, como cualquier otra manifestación de moda en el mundo occidental.


Psicología evolutiva de la barba

Sin embargo, la historia evolutiva de la barba revela un propósito mucho más trascendente que un mero accesorio facial. El encanto de la barba tiene sus raíces en el pasado violento de la competencia masculina.

En el mundo animal, muchas especies poseen adaptaciones para fingir ser más grandes y de esa forma intimidar a los machos rivales o a sus depredadores, y la mayoría de estas adaptaciones son a la altura de la cabeza, que es dónde se enfoca la atención. Por ejemplo, los leones machos tienen unas espectaculares melenas que sirven para este propósito, los elefantes ante una pelea con otros machos expanden sus enormes orejas. También algunos reptiles utilizan esta estrategia, como las cobras, que abren una especie de capucha a los lados de la cabeza cuando se irritan. Un gran número de primates poseen vello facial o mechones a los costados, esto hace que su rostro se vea más grande en comparación con los especímenes más jóvenes.

Pero al igual que en otras especies, los machos humanos también poseen estas funciones adaptativas, y valerse de la barba para exagerar el tamaño de la cabeza es una de ellas, aunque no la única. Desde los tocados de plumas de los indios americanos, los cascos y sombreros militares o las coronas de los reyes, todos estos artefactos están específicamente diseñados para generar temor, exhibir un rango o demostrar experiencia de lucha.

Ahora, cuando todo esto es llevado al laboratorio de investigación, se hace aún más evidente que el uso psicológico de la barba es más consistente que las tendencias de las modas actuales. En un estudio ya clásico de 1973, el psicólogo Robert Pellegrini encontró que los individuos con vello facial eran señalados como más dominantes, más masculinos y con más fuerza, entre otros rasgos viriles.
Otro estudio encontró que la tendencia de un grupo de mujeres a evaluar a individuos barbudos como más masculinos se intensificó en su fase más fértil. También catalogaban a los hombres barbudos como mejores padres.


La hormona masculina que impulsa el crecimiento de la barba en los hombres es la testosterona, la misma sustancia química responsable de la agresión y el deseo sexual.

Distintas jerarquías de muchas religiones están obligadas a usarla, en el hinduismo, el judaísmo, el sijismo o entre los Amish. Los faraones del Antiguo Egipto, que eran considerados dioses en la tierra, llevaban largas barbas falsas como símbolo de su condición divina. En la cultura occidental, muchas veces Dios está representado como un anciano barbudo. Aún hoy, las barbas religiosas siguen siendo consideradas como símbolos de competencia y poder.
Para nosotros y nuestros evolucionados cerebros, que aún permanecen atados a nuestros ancestrales impulsos de supervivencia, la barba implica un cierto nivel de dominación.

Por lo general, cuanto más antigua es una adaptación mental, más profundo es su significado en nuestro razonamiento, así que, incluso los más pacíficos y civilizados hipsters actuales pueden evocar representaciones mentales que se remontan a la época en la que nuestros antepasados lejanos luchaban por sobrevivir y reproducirse.